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No. 197 40 PÁSELE MARCHANTE ε↵ ε↵ Francisco Rodríguez Cruz, colaborador de la Revista Claridades Agro- pecuarias de Apoyos y Servicios a la Comercialización Agropecuaria (ASERCA/SAGARPA). AQUÍ LE DAMOS PILÓN “Pásele marchante, ahí le va su pilón, pásele güerita, barato buen precio y bien pesado,” con este tipo de frases y gritos comunes, lonas de colores, bolsas de mandado, montones de frutas, hortalizas, granos y se- millas, básculas, entre un sin fin de productos, es con lo que nos encontramos, cuando asistimos a esa activi- dad tan cotidiana y tan antigua como la que se lleva a cabo en un tianguis: el comercio. Esta práctica, tan necesaria para el pueblo, ha evo- lucionado con el correr de los años, hasta llegar a lo que hoy conocemos como mercados y tianguis. El tianguis, del náhuatl Tianquiztli “mercado”, fue la forma en que los mexicas establecieron el comercio en Tenochtitlán, mismo que se celebraba, en un espacio libre, cuatro veces al mes. Los Tianquiztlis eran espaciosos -en particular los de las grandes ciudades- limpios, ordenados, se conformaban por cestos, huacales, petates y jarros, los cuales esta- ban a la intemperie para tener contacto directo con el cielo y así obtener la bendición de los dioses. Las mercancías se permutaban o vendían por número (piezas) y medida, sin utilizar el peso. De ahí, que el DE BUENA SEMILLA, BUENA COSECHA

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pÁSELE MARCHANTE ε↵

ε↵ Francisco Rodríguez Cruz, colaborador de la Revista Claridades Agro-pecuarias de Apoyos y Servicios a la Comercialización Agropecuaria (ASERCA/SAGARPA).

AQUÍ LE DAMOS PILÓN

“Pásele marchante, ahí le va su pilón, pásele güerita, barato buen precio y bien pesado,” con este tipo de frases y gritos comunes, lonas de colores, bolsas de mandado, montones de frutas, hortalizas, granos y se-millas, básculas, entre un sin fin de productos, es con lo que nos encontramos, cuando asistimos a esa activi-dad tan cotidiana y tan antigua como la que se lleva a cabo en un tianguis: el comercio.

Esta práctica, tan necesaria para el pueblo, ha evo-lucionado con el correr de los años, hasta llegar a lo que hoy conocemos como mercados y tianguis.

El tianguis, del náhuatl Tianquiztli “mercado”, fue la forma en que los mexicas establecieron el comercio en Tenochtitlán, mismo que se celebraba, en un espacio libre, cuatro veces al mes.

Los Tianquiztlis eran espaciosos -en particular los de las grandes ciudades- limpios, ordenados, se conformaban por cestos, huacales, petates y jarros, los cuales esta-ban a la intemperie para tener contacto directo con el cielo y así obtener la bendición de los dioses.

Las mercancías se permutaban o vendían por número (piezas) y medida, sin utilizar el peso. De ahí, que el

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41pescado, los animales vivos o muertos, las telas, los vestidos, entre otros, eran vendidos por piezas; mien-tras que los granos, el pulque, la miel, el vino, por se-ñalar algunos, eran negociados por medida en jarros, jícaras y cazuelas. Por su parte, las yerbas, las plumas y el centli (maíz) eran vendidas o intercambiadas se-gún el número de éstas en una brazada (manojos).

Existían Tianquiztlis especializados en diversas mer-cancías como el mercado de Cholula, especializado en el intercambio de joyas; el mercado de Texcoco, en cerámica; el mercado de Azcapotzalco, el más gran-de y especializado en la venta de esclavos; el merca-do de Acolman, para la venta de perros; el mercado de la Sal, que contaba con diferentes productos, y el mercado de Tlatelolco, el más imponente e importan-te de todos, en el cual se comercializaba una amplia gama de productos.

EL MERCADO DE TLATELOLCO

Los españoles describieron al mercado de Tlatelolco con una amplia visión e impresión de entre los demás Tianquiztlis, ya que se localizaba en una gran plaza, tan grande que Hernán Cortés, en una carta que le

envió al Rey Carlos V, señaló que era dos veces el tamaño de la Ciudad de Salamanca.

Los relatos indican que en este Tianquiztli no sólo se comercializaban todos los productos habidos y por haber (frutas, legumbres, comida preparada, telas, vestidos, calzado, joyas, piedras preciosas, animales vivos, yerbas, loza, miel, entre otros) in-cluyendo los más exóticos; sino que se ofrecían otro tipo de servicios a la población, tal como lavade-ros, se rapaban cabezas (peluquerías), se daba de comer por un precio establecido (fondas); asi-mismo había tamemes (cargadores), y gente con varios oficios en espera de ser contratados; cabe destacar que en este lugar existía una gran or-ganización, con una exagerada limpieza, lo que tanto admiró a los conquistadores.

El acudir a este mercado no sólo era para andar de un lado a otro participando en una “fiesta comercial”, como lo llamaron los españoles, sino también para ha-cer sus comidas, encontrar parientes o amigos, discutir, divertirse y si andaban con suerte, hasta asombrarse y admirar la visita del Tlatoani (emperador) al mercado acompañado de su corte, realizando sus compras.

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El mercado de Tlatelolco es el principal antecedente prehispánico de lo que en un futuro llegaría a ser la Central de Abasto.

LA CAÍDA DEL TIANQUIZTLI

Tlatelolco dejó de funcionar, ya que fue destruido y demolido durante el periodo final de la guerra de conquista, bajo el poder y mando de Cortés, y la de-rrota del emperador Cuauhtémoc.

Tras la caída de Tenochtitlán el 13 de agosto de 1521, los españoles trajeron una serie de innovacio-nes a los sistemas comerciales, siendo una de ellas la introducción de las pesas y medidas utilizadas en el continente europeo, así como una gran cantidad de productos, que adheridos a los existentes, aumentaron el universo de mercancías negociadas.

Los conquistadores se dieron a la tarea de construir una nuevo lugar comercial, dando origen a la crea-ción de dos plazas: la primera, denominada Plaza Mayor, en tanto que la segunda, nombrada Merca-do de San Juan, estaba destinada para los indíge-nas. La principal no tuvo suerte debido a su desor-den, decadencia y parcial destrucción por indígenas inconformes, mientras que el mercado de San Juan sigue funcionando en la actualidad.

EL MERCADO DEL VOLADOR

Se inició como la plazuela del volador, su nombre se debe al juego ceremonial indígena del mismo nombre.

Hacia finales del siglo XVIII, una serie de problemas, originados por la cantidad de puestos ambulantes del baratillo en la plaza mayor, fue motivo para que el Conde de Revillagigedo ordenara que todos fueran reubicados a un sólo lugar, y así poder tener un mayor control y orden sobre ellos.

A partir de ese momento, se convirtió en el principal centro de abasto de la ciudad, de modo que para estar en posibilidades de llevar un riguroso control y orden, se creó el Reglamento para el mercado principal establecido en el Volador.

Uno de los principales problemas del nuevo mercado fue el material con el cual fue construido, que era esencial-mente de cajones de madera, lo que ocasionaba gastos de mantenimiento muy caros, que al paso del tiempo fue muy difícil solventar. El mercado registró varios in-cendios, de los cuales, no todos fueron accidentales, y en 1798 sufrió uno que lo dejó parcialmente destruido.

El año de 1870 fue determinante en la historia del mercado, ya que después de un desmembramiento

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43sufrido, al reubicar algunos de los co-merciantes, así como un incendio, acaba-ría con la opulencia de este lugar y aun-que cinco meses después se propuso la reedificación del mismo, no tuvo éxito.

EL MERCADO DEL PARÍAN

El Mercado del Parían puede conside-rarse como el segundo antecedente his-tórico de la Central de Abasto.

El edificio fue construido entre 1695 y 1703 dentro de la plaza mayor, y llegó a tener gran importancia debido a que era un gran almacén, en el cual se co-mercializaba o se vendía de todo, des-tacando ropa y productos artesanales traídos de España y Manila, que satis-facían los gustos más refinados. Los comerciantes que integraban este mercado, pertenecían a una élite, ya que actuaban como proveedores universales de todo tipo, por tal motivo, fue durante más de un siglo y medio el emporio de la elegancia y el lujo.

Esta plaza estaba regulada por una serie de adua-nas, monopolios, rentas y ordenanzas. Las mercancías de importación pagaban altos gravámenes y el co-mercio de carne, pulque, harina, tabaco, entre otros, estaba concesionado a los españoles. El 29 de noviembre de 1828, sufrió el ataque de 500 leprosos que se unieron a las tropas de Guerre-ro para prenderle fuego y robarlo, por lo que des-pués de estos hechos, muchas de las tiendas fueron abandonadas. El Presidente Antonio López de Santa Anna lo mandó a demoler el 27 de junio de 1843.

Don Guillermo Prieto describió con gran detalle en su libro “Memorias de mis Tiempos”, lo que fue el Parían:

«...Por aquel tiempo se ordenó y llevó a cabo la demo-lición del Parián... que ocupaba toda la extensión que hoy ocupa el Zócalo, con cuatro grandes puertas, una a cada uno de los vientos, y en las caras exteriores, puer-tas de casas o tiendas de comercio. En el interior había callejuelas y cajones como en el exterior y alacenas de calzados, avíos de sastre, peletería, entre otros.

En un tiempo los parianistas constituían la flor y la nata de la sociedad mercantil de México, y amos y depen-

dientes daban el tono de la riqueza, de la influencia y de las finas maneras de la gente culta.

La parte del edificio que veía al palacio la ocupaban cajones de fierros, en que se vendían chapas y llaves, coas y rejas de arado, parrillas y tubos, sin que dejaran de exponerse balas y municiones de todos calibres, y campanas de todos tamaños. Al frente de la catedral había grandes relojerías..., la contraesquina de la 1ª calle de Plateros y frente del portal la ocupaba la gran sedería del Sr. Rico, en que se encontraban los encajes de Flandes, los rasos de China, los canelones y tercio-pelos y lo más rico en telas y primores que traía la Nao de Dhina... En el interior, principalmente, los cajones de ropa eran de españoles... »1

EL MERCADO DE LA MERCED

Los primeros años del México ya independiente, el comercio en la Ciudad de México se desarrolló en torno a la plaza mayor, siguiendo las rutas de acceso de mercancías a través de canales de agua.

La destrucción del convento de la Merced, le permitió al Ayuntamiento de la Ciudad, contar con un espacio para la construcción de un mercado, que a la larga, sería el

1 Aguirre Botello, Manuel “ El Zócalo de la Ciudad de México” en línea, http://www.mexicomaxico.org/zocalo/zocalo.htmPu

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antecedente histórico más importante y directo de la Central de Abasto de la Ciudad de México.

La idea de crear un mercado surgió con el fin de ab-sorber a los comerciantes del Mercado del Volador, por lo que el día 13 de abril de 1865, los comer-ciantes de legumbres y carnes son trasladados a la plaza de Jesús y el resto al de la Merced, el cual empezó a crecer debido a la llegada de comer-ciantes de otras plazas hasta considerarse como el principal centro de abasto de la Ciudad. Así se creó una plaza provisional en la cual se instalaron algu-nos puestos, por lo que la Merced empezó como un mercado al viento, en tanto se construía un edificio.

Es hasta 1879 que se presenta un proyecto para cons-truir un edificio que solucionaría la problemática exis-tente en ese tiempo, lo que daría paso a un mercado más eficaz y amplio, con vías de comunicación, que fuera seguro y facilitara las maniobras de carga y descarga de los productos.

Cabe mencionar que a diferencia de otros merca-dos, éste se construyó con plena conciencia y sin im-portar los costos, debido a que el país contaba en este tiempo con una estabilidad política en pleno.

Desgraciadamente, con el paso del tiempo, las insta-laciones con las que contaba este mercado, dejaron de ser eficientes para cubrir las necesidades para las que había sido creado, de tal forma, que se pensó en ampliarlo y dar así, un nuevo reordenamiento al co-mercio. Sin embargo, también prevalecía el ánimo de crear un nuevo centro que sustituyera y fuera capaz de satisfacer las necesidades que el inevitable creci-miento de una ciudad como ésta, requería.

La solución llegó hasta después del movimiento ar-mado de 1910, cuando el mercado volvió a recobrar su apogeo. Fue así, que a mediados del siglo XX el gobierno lo ubicó en un nuevo edificio, en el mismo barrio, pero más retirado del centro de la Ciudad.

EL NUEVO MERCADO DE LA MERCED

Las obras de la nueva construcción se llevaron a cabo en el gobierno del Presidente Adolfo Ruíz Cortines, inaugurándose en 1957. Se le conoció popularmente como el “mercado de las naves”.

La nueva Merced estaba constituida por una nave mayor dedicada a frutas y legumbres, y una nave menor destinada para carnes y aves, además de

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45anexos para la venta de comida, juguetes, ropa, flo-res y dulces, todos concentrados en un área de 46 hectáreas. A esto se sumaba una superficie de 53 manzanas, en las cuales se ubicaron bodegas de di-versos tamaños.

Con el transcurso de los años, el comercio en el mer-cado de la Merced, además de ser completo, fue tor-nándose cada vez más complejo. De tal forma, que a a partir de la década de los cincuenta, comenzó a ser insuficiente, debido a la saturación de comerciantes que no sólo invadían las calles, sino también, a las condiciones insalubres que se crearon, lo que agudizó aún más los problemas.

Pese a ello, la Merced siguió considerándose una zona de importancia comercial, sin embargo, fue ne-cesaria la planeación de un centro de abasto más grande, que pudiera albergar no sólo a los comer-ciantes establecidos, sino tambien, a aquellos que se habían instalado alrededor de las calles. Para la década de los sesentas, se llegó a la conclusión de que este espacio ya no era funcional para los volúmenes de transacción que se llevaban a cabo, así como por las dificultades de tránsito, la falta de estacionamientos y andenes para carga y descarga.

Lo anterior motivó la apremiante necesidad de cons-truir un nuevo mercado mayorista, con el objeto de subsanar las insuficiencias antes señaladas.

A partir de 1968, se promueve la construcción de una “Central de Abasto” que diera cabida a todo un complejo comercial mayorista. Con tal fin, en 1970 se expropió un terreno denominado “chinamperías” ubi-cado en la Delegación Iztapalapa, el cual fue elegido tomando en cuenta los centros de consumo, la cercanía con los servicios necesarios para su infraestructura, así como las rutas de afluencia.

LA CENTRAL DE ABASTO DE LA CIUDAD DE MÉXICO… LA MÁS GRANDE A NIVEL MUNDIAL

La Central de Abasto fue inaugurada por el Presiden-te José López Portillo, el 22 de noviembre de 1982. Desde entonces, la función primordial de este mercado Pu

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mayorista adquiere un carácter estratégico: satisfacer las necesidades alimenticias de los habitantes de la gran ciudad, mediante el acopio y comercialización de productos agrícolas y abarrotes.

La Central de Abasto es muy peculiar, ya que pa-reciera una ciudad dentro de otra ciudad. Tiene una extensión de 327 hectáreas, en donde se al-bergan 2 mil bodegas, que comercian 30 mil tone-ladas diarias de productos perecederos, mueve mil carretillas o diablitos, y tiene para su seguridad 700 policías. Es importante destacar, que éste nú-mero de policias es mayor al que emplean ciudades como Pachuca o Cuernavaca.

Es también, la segunda institución en importancia con respecto al manejo de recursos económicos, estimán-dose un movimiento anual superior a los 8 mil millones de dólares estadounidenses. El primer lugar lo ocupa, sin duda, la Bolsa Mexicana de Valores (BMV). Cabe señalar, que en la Central de Abasto se comercializa aproximadamente el 30 por ciento de la producción hortofrutícola nacional.

Genera 70 mil empleos directos, que atienden a más de 300 mil personas que visitan diariamente sus insta-

laciones, cuenta asimismo, con 1,500 locales con más de 60 giros, así como áreas de servicios complemen-tarios como son: frigoríficos, bodegas de transferencia y zona de pernocta.

Es importante señalar que la Central de Abasto de la Ciudad de México es el centro de acopio y distribu-ción de alimentos más importante del país y el más grande del mundo.

En este lugar, las empresas más grandes dedica-das al comercio de productos agroalimentarios se abastecen, al igual que empresas medianas y amas de casa, quienes también se proveen de las mer-cancías requeridas.

En lo que respecta al sector agrícola, las activida-des de este centro de abasto permiten transfor-mar una oferta amorfa, sin estándares de calidad y procedente de una actividad agrícola fraccio-nada, en una oferta homogénea con el fin de sa-tisfacer las necesidades de sus clientes habituales: mercados públicos, mercados sobre ruedas, tian-guis, recauderías, así como cientos de estableci-mientos de las cadenas de autoservicio y tiendas de todo el país.Pu

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Cabe subrayar la actitud asumida por un sector de participantes mayoristas, que ante una actividad agrícola de bajo perfil tecnológico y descapitaliza-da, ha desarrollollado esquemas de financiamiento, y procesos de selección y empaque de productos del campo, a fin de ofrecer, en las mejores condiciones los alimentos demandados por los grandes núcleos urba-nos, esto incluye la venta al mercado internacional.

La función de este centro no se limita al acopio y comercialización de productos alimenticios, sino que también cumple con la función de regular la oferta y la demanda en un sector estratégico de la actividad económica del país.

Se tiene una amplia confianza en que las diversas oportunidades de mejora en este centro mayorista se están en-frentando con una visión de progreso y renovación. Se considera que dirigir este organismo es un gran reto para el Siglo XXI, pues implica enfrentar la compe-tencia que se deriva del poder que re-presentan las empresas transnacionales a través del mercado detallista.

La historia de los mercados tiene su ori-gen desde las primeras épocas, cuando lo primordial era cubrir las necesidades básicas de la comunidad, sin embargo,

estas necesidades han evolucionado de la misma for-ma que los mercados y tianguis.

En la actualidad, este proceso de cambio ha contribui-do al desarrollo económico del país de manera impor-tante, ya que es una gran fuente de empleo, interna-cionaliza los productos mexicanos y sigue cumpliendo con la función de abastecer a las comunidades.

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