5464489 Carl Jung Tipos Psicologicos Tomo 1

359
 C. G. JUNG TIPOS PSICOLÓGICOS ΤΟΜΟ Ι HU NA B KU PROY ECT O BAKTU N

Transcript of 5464489 Carl Jung Tipos Psicologicos Tomo 1

C. G. JUNG

TIPOS PSICOLGICOS

H U N A B KUPROYECTO BAKTUN

NDICE TOMO I Prembulo a la edicin en castellano 7 Al lector 9 Introduccin 11 I. Ef problema de los tipos en la historia antigua y medieval del espritu 19 1. Sobre la psicologa en la Antigedad. Los gnsticos. Tertuliano y Orgenes 19 2. Las disputas teolgicas en la antigua Iglesia 34 3. El problema de la transustanciacn 38 4. Nominalismo y realismo 42 5. La disputa sobre la comunin entre Lutero y Zuinglio 90 II. Sobre las ideas de Schiller en el problema de los tipos 94 1. Las cartas sobre la educacin esttica del hombre 94 2. La disertacin sobre poesa ingenua y poesa sentimental 176 III. Lo apolneo y lo dionisaco 184 IV. El problema de los tipos en el conocimiento del hombre 199 1. Consideraciones generales sobre los tipos de Jordn 199 2. Exposicin especial y crtica de los tipos de Jordn 206305

V. / problema de los tipos en la creacin potica. El Prometeo y el Epimeteo de Carl Spitteler 1. Palabras de introduccin a la significacin de Spitteler 2. Consideracin comparada del Prometeo de Spitteler y el Prometeo de Goethe 3. Significado del smbolo de conjuncin 4. La relatividad del smbolo 5. La naturaleza del smbolo de conjuncin en Spitteler

225 225 234 254 295 344

C. G. JUNG

TIPOS PSICOLGICOSTOMO ITraduccin de RAMN DE LA SERNA

EDITORIAL SUDAMERICANA BUENOS AIRES

DECIMOPRIMERA EDICION (Cuarta en Coleccin Piragua) Junio de 1985

IMPRESO EN LA ARGENTINA Queda hecho el depsito que previene la ley 11.723. 1985, Editorial Sudamericana, S.A., calle Humberto I 531, Buenos Aires. ISBN 950-07-0303-3Titulo Del Original En Alemn:

"PSYCHOLOGISCHE TYPEN"

PREMBULO A LA EDICIN EN CASTELLANO Un libro que ofrece algo esencialmente nuevo no puede esperar una plena comprensin. Y nada, ciertamente, se abre paso con mayor dificultad que los nuevos conocimientos psicolgicos. Una psicologa basada en la experiencia toca lo personal y lo ntimo siempre y excita por ello todo lo contrario e inaclarado del alma humana. Cuando se vive, como yo por motivos profesionales, rodeado de un caos de opiniones, prejuicios y susceptibilidades de naturaleza psicolgica, se recibe, por una parte, la impresin, honda e indeleble, de la diversidad de las individuales disposiciones, convicciones y tendencias psquicas, y por otra parte se percibe, en creciente medida, una imperiosa necesidad de ordenacin de los puntos de vista, caticamente abigarrados. Esta necesidad exige una crtica orientacin y principios o criterios no excesivamente agudizados en el aspecto especfico que puedan servir de "points de repre" en la depuracin de los materiales psicolgicos brindados por la experiencia. As, pues, el presente libro constituye cabalmente un intento de psicologa crtica. Con frecuencia se ha pasado por alto esta tendencia fundamental de mi trabajo y un nmero de lectores realmente excesivo ha cado en el error de ver en el captulo X (Descripcin general de los tipos) el contenido y designios esenciales de la obra, interpretados en el sentido de que en l est7

dado un esquema clasificador prcticamente til para conocer a las gentes. Incluso en crculos mdicos se ha difundido la especie de que mi mtodo teraputico consiste en clasificar a los pacientes segn tal esquema y de acuerdo con l darles "consejos". Esta lamentable incomprensin olvida completamente el hecho de que semejantes clasificaciones no son otra cosa que pueriles juegos de sociedad, de tan menuda significacin como la divisin de los hombres en braquicfalos y dolicocfalos. Mi divisin en tipos es ms bien un aparato crtico destinado a depurar y ordenar un vasto material psicolgico extrado de la experiencia, pero en modo alguno utilizable en el sentido de poner a los individuos su etiqueta singularmente y "prima vista". Mi tipologa no es un tratado fisonmico ni un esquema antropolgico, sino una psicologa crtica aplicada a la ordenacin y demarcacin como procesos tpicamente aprehensbles. Por este motivo coloco la tipologa al final de la obra, despus de haber descrito en diversos ejemplos del captulo I al IX la naturaleza de los procesos en cuestin. Aconsejo, pues, al lector que aspire a una verdadera comprensin de mi libro, ahondar en la problemtica de los captulos II y V principalmente. Obtendr as ms provecho que del nuevo aprendizaje superficial de una terminologa tpica que no capacita para otra cosa que para el ejercicio, de todo punto intil, de un manaco devaneo clasificador. Cumplo un grato deber expresando aqu mi ms rendida gratitud a Victoria Ocampo* por el desvelo admirable que ha puesto en la publicacin de la presente obra, y a Ramn de la Serna por la labor de traduccin que ha realizado.

C. G. JUNG.* El autor se refiere a la primera edicin castellana que fue publicada por SUR. (N. de los E )8

AL LECTOR El presente libro es fruto de una labor de casi veinte aos en el campo de la psicologa prctica. Ha ido adquiriendo forma lenta y gradualmente, como producto de innumerables impresiones y experiencias cosechadas tanto en el ejercicio de la medicina en su especialidad de psiquiatra y enfermedades nerviosas, como en el trato con gentes de todas las clases sociales as como en mis explicaciones y deslindamientos con amigos y adversarios y, finalmente, en la crtica de mi propia idiosincrasia. Me he propuesto no embarazar al lector con casustica, mas he procurado, en cambio, articular, tanto histrica como terminolgicamente, las ideas por m abstradas de la experiencia, a los conocimientos de que ya dispona. Este propsito obedece menos a un imperativo de justicia histrica que al deseo de llevar las experiencias del mdico especialista, de su angostura pericial, a una zona de ms generales conexiones. Conexiones que permitan al profano el acceso fecundo a las conquistas de una especialidad. No hubiese arriesgado nunca esta articulacin, que podra fcil y fatalmente ser interpretada como una transgresin en zonas ajenas, si no hubiera estado convencido de que los puntos de vista psicolgicos expuestos en el presente libro son de general importancia y utilidad y que por lo mismo es preferible tratarlos en una amplitud de generales conexiones que localizarlos en la forma de una hiptesis de es9

pecialidad cientfica. De acuerdo con este propsito me he limitado a la confrontacin con las ideas de algn predecesor en la consideracin del problema de que en cada caso se trate, renunciando a referirme a todo cnanto sobre la cuestin se hubiese expuesto. Prescindiendo de que semejante resea de materiales y opiniones, aunque slo fuese de integridad aproximada, sobrepasara con mucho mis fuerzas, resultara adems que no contribuira fundamentalmente, en absoluto, a enriquecer y apurar el problema mismo. Esta es la razn por la que, sin pena, he eliminado mucho de lo reunido en el transcurso de los aos, reducindome en lo posible a las cosas principales. Dicha eliminacin ha sacrificado tambin un valioso documento que ha supuesto para m una ayuda considerable: la extensa correspondencia sostenida con mi amigo el doctor Schmid, de Basilea, sobre el problema de los tipos. Debo mucha luz a este cambio de opiniones y en gran parte en nueva forma ciertamente, refundido y sometido a elaboracin reiterada ha pasado a las pginas del presente libro. Este epistolario se incluye esencialmente en ese gnero de labor preliminar cuya exposicin produce ms confusin que esclarecimiento. Sin embargo, la aportacin de su esfuerzo hace a mi amigo acreedor a mi gratitud, de que estas palabras son testimonio. C. G. JUNG.

INTRODUCCINPlatn y Aristteles! He aqu no slo dos sistemas, sino dos naturalezas humanas distintas, que desde tiempos indeciblemente lejanos y bajo todos los hbitos imaginables se enfrentan ms o menos hostilmente. Sobre todo durante la Edad Media, ntegra, y desde entonces hasta nuestros das, se ha mantenido la lucha por manera tal, y esta lucha constituye el ms esencial contenido de la historia de la Iglesia Cristiana. Siempre se trata de Plaln y de Aristteles, aunque sean otros los nombres que se mencionan. Naturalezas febriles, msticas, platnicas, desentraan, con reveladora virtud, las ideas cristianas, y los smbolos inherentes a ellas, de los abismas de su espritu. Naturalezas prcticas, ordenadoras, aristotlicas, construyen con estas ideas y estos smbolos un sistema firme, una dogmtica y un culto. La Iglesia acaba incorporndose y abarcando, al f i n , ambas naturalezas, parapetndose las unas regularmente en lo clerical y las otras en lo monstico, y hostilizndose sin tregua. HEINE, "Alemania", I.

En mi labor prctica con enfermos nerviosos hace largo tiempo que llamaron mi atencin adems de las numerosas diferencias individuales de la humana psicologa, diferencias tpicas, evidencindoseme por lo pronto dos tipos, que he denominado tipo de introversin y tipo de extraversin, respectivamente. Al considerar el proceso de la vida humana observamos que el sino de unos est condicionado ms por los objetos de su inters, mientras el de otros lo est ms por la propia intimidad, por el sujeto. Ahora bien, como todos nos inclinamos, en cierta medida, ms hacia uno que hacia otro lado, tendemos por modo natural, en cada caso, a interpretarlo todo de acuerdo con nuestro propio tipo. Me refiero a esta circunstancia para prevenir falsas interpretaciones posibles. Se comprende que dificulte notablemente una descripcin general de los tipos. He de contar con una considerable dosis de buena voluntad previa por parte del lector al pretender que se me entienda cabalmente. Sera faena relativamente simple si cada lector supiera a qu categora pertenece l mismo. Pero es, con frecuencia, sumamente difcil averiguar el tipo a que el individuo pertenece sobre todo tratndose de uno mismo. El juicio sobre la propia personalidad se enturbia siempre de modo extraordinario. Estas subjetivas veladuras del juicio son tan frecuentes ya por el hecho de que en todo tipo pronunciado hay una especial tendencia a la compensacin de la unilateralidad del propio tipo, tendencia conveniente desde el punto de vista biolgico, ya que persigue el mantenimiento del equilibrio psquico. La compensacin da lugar a caracteres o tipos secundarios que nos ofrecen un enigmtico semblante, hasta tal punto difcil de descifrar, que llega uno a inclinarse incluso a negar en definitiva la diferencia de tipos y a creer en diferencias individuales tan slo.12

He de hacer resaltar estas dificultades para justificar cierta peculiaridad de mi posterior exposicin. Dirase que lo ms sencillo seria describir y descomponer paralelamente dos casos concretos. Pero es que todo individuo posee ambos mecanismos, el de la extraversin y el de la introversin, y slo el predominio relativo de uno de ellos constituye el tipo. Habra, pues, que recurrir a un fuerte retoque para obtener el relieve necesario, lo que nos llevara a un fraude ms o menos piadoso. Adase a esto que la reaccin psicolgica del hombre es cosa complicada, hasta tal punto, que mi capacidad expositiva alcanzara apenas a ofrecer un trasunto por modo absoluto, exacto. Me veo, pues, obligado a reducirme a exponer los principios por m abstrados del cmulo de los distintos hechos observados. No se trata, como acaso pudiera parecer, de una deductio a priori sino de una exposicin deductiva de puntos de vista empricamente obtenidos. Estos atisbos son, as lo espero, una contribucin esclarecedora de un dilema que ha sido y sigue siendo fuente de incomprensin y de discordia, no slo en la psicologa analtica, sino en otras esferas de la ciencia, muy particularmente en las relaciones de trato personal entre los hombres, lo que hace comprensible el hecho de que la existencia de dos tipos distintos sea, en realidad, cosa ya de antiguo conocida, que haba, en una u otra forma, llamado la atencin del perspicaz o estimulado en sus cavilaciones al hombre reflexivo y que a la intuicin de Goethe, por ejemplo, se presenta como el principio comprensivo de la sstole y la distole. Los nombres y conceptos con que se ha aprehendido el mecanismo de la introversin y la extraversin son muy distintos y se adaptan siempre al punto de vista del observador individual. A pesar de las distintas formulaciones, una y otra vez se evidencia lo que en el fondo tienen de comn, a saber: en un caso el movimiento del inters hacia13

el objeto y en el otro caso el movimiento del objeto al sujeto y sobre sus propios procesos psicolgicos. En el primer caso el objeto acta magnticamente sobre las tendencias del sujeto, las atrae sobre s, condicionando en gran medida al sujeto, incluso enajenndole y alterando sus cualidades en el sentido de una asimilacin del objeto, hasta tal punto, que se dira que el objeto es de importancia mayor y decisiva en ltimo trmino para el sujeto y como si fuera, en cierto modo, una determinacin absoluta y un sentido especial de la vida y del destino el que el sujeto se entregue ntegramente al objeto. En el segundo caso, en cambio, el sujeto es el centro de todos los intereses. Dirase que toda energa vital busca al sujeto e impide as de continuo que se otorgue al objeto una influencia excesiva cualquiera; que la energa fluye del objeto, como si el sujeto ejerciese sobre l una atraccin magntica. No es fcil caracterizar de modo accesible y claro este antittico comportamiento respecto del objeto y se corre grave riesgo de llegar a formulaciones paradjicas, que produciran ms tiniebla que luz. De una manera muy general podra decirse que el punto de vista introvertido es el que procura por encima de todo supraordinar el yo y el progreso psicolgico subjetivo al objeto, o afirmarlos por lo menos cuando al objeto se enfrentan. Esta disposicin da, por lo tanto, al sujeto un valor superior al del objeto. De acuerdo con ella se sita siempre al objeto en un nivel de inferior valor, se le atribuye una importancia secundaria, incluso llega a considerrsele como el signo exterior objetivo de un contenido subjetivo, algo as como la materializacin de una idea, pero en cuyo proceso la idea sigue siendo lo esencial; o bien se le considera objeto de un sentimiento, pero siendo la vivencia sentimental misma lo importante y no el objeto en su individualidad real. El punto14

de vista extrovertido, por el contrario, subordina el sujeto al objeto, atribuyndose a ste un superior valor. El sujeto tiene siempre un valor secundario. El proceso subjetivo dirase una rmora, a veces superflua y perturbadora, del acontecer objetivo. Es obvio que la psicologa a que dan origen estos puntos de vista contrapuestos haba de dividirse en dos orientaciones totalmente distintas. La una lo ve todo desde el ngulo de su concepcin propia, la otra desde el terreno del acaecer objetivo. Estas disposiciones contrapuestas no son por lo pronto otra cosa que opuestos mecanismos: una distensin diastlica con aprehensin del objeto y una contraccin sistlica, abandonando la energa el objeto aprehendido. Todo ser humano posee, como expresin de su natural ritmo de vida, ambos mecanismos, que no casualmente fueron designados por Goethe con los conceptos fisiolgicos de la actividad cardaca. Un rtmico turnarse de ambas formas de actividad psquica debiera corresponder a un proceso de vida normal. Pero la complicacin de las circunstancias exteriores en que vivimos, as como las condiciones ms complicadas aun de nuestra disposicin psquica individual, permiten raramente un proceso no perturbado en absoluto de la actividad vital psquica. Las circunstancias exteriores y la disposicin ntima son con gran frecuencia favorables a uno de los mecanismos, siendo un impedimento para el otro o restringindole. De donde surge, naturalmente, la preponderancia de uno de los mecanismos. Si tal situacin se hace, de algn modo, crnica, surge el tipo, es decir, la disposicin habitual en la que uno de los mecanismos predomina de modo permanente, ciertamente sin ser capaz de suprimir de una manera total al otro, que es imprescindible para la actividad psquica de la vida. No puede, pues, producirse nunca un tipo en el sentido del tipo puro que slo poseyese uno de los meca15

nismos, con atrofia total del otro. Por disposicin tpica se entiende tan slo la preponderancia relativa de uno de los mecanismos. Comprobadas la introversin y la extraversin se dio por lo pronto la posibilidad de distinguir dos vastos grupos de individuos psicolgicos. Es, sin embargo, esta agrupacin de tan superficial y general naturaleza, que precisamente por ello no tolera una distincin de tan general ndole. Un ms vigoroso examen de las psicologas individuales que se incluyen en uno o en otro grupo, evidencia en el acto grandes diferencias entre los distintos individuos, aunque pertenezcan al mismo grupo. Hemos, pues, de avanzar un paso para poder establecer en qu consisten las diferencias entre los individuos pertenecientes a un grupo determinado. La experiencia me ha hecho ver que de un modo completamente general puede distinguirse a los individuos no slo por su diferencia universal de extraversin e introversin, sino segn sus distintas funciones psicolgicas fundamentales. En la misma medida en que las circunstancias exteriores y la ntima disposicin dan lugar al predominio de extraversin o introversin, favorecen el predominio de una determinada funcin fundamental del individuo. Por funciones fundamentales, es decir, por funciones que tanto genuina como esencialmente se distinguen de otras funciones, entiendo segn por la experiencia se me ha evidenciado el pensar, el sentir, el percibir y el intuir. Al predominar de modo habitual una de estas funciones surge el tipo correspondiente. Distingo, pues, tipos determinados por el pensar, por el sentir, por el percibir y por el intuir. Cada uno de estos tipos puede adems ser introvertido o extrovertido, segn se comporte respecto del objeto, del modo antes descrito. Las diferencias que aqu se exponen no fue18

ron incluidas en dos comunicaciones provisionales 1 hechas por m sobre los tipos psicolgicos en las que el tipo determinado por el pensar se identifica con el introvertido y el determinado por el sentir con el extravertido. Esta fusin, a una elaboracin ms profunda, se ha evidenciado insostenible. Para evitar falsas interpretaciones posibles he de rogar al lector que tenga presente la diferenciacin que aqu se hace. Con el fin de garantizar la claridad absolutamente indispensable en cosas de ndole tan complicada, he consagrado el ltimo captulo del presente libro a la definicin de mis conceptos psicolgicos. C. G. JUNG.

JUNG: Contribution l'tude des Types psychologiques. Arch. de Psychologie, I, XIII, pg. 289. Id.: Psychological Types. Collected Papers on Analytical Psychology. London, 1917, pg. 287, Id.: Psychologie der unbewussten Prozesse, Zrich, 2a edicin, 1918, pg. 65.

1

17

CAPTULO I EL PROBLEMA DE LOS TIPOS EN LA HISTORIA ANTIGUA Y MEDIEVAL DEL ESPRITU 1. SOBRE LA PSICOLOGA. EN LA ANTIGEDAD. Los GNSTICOS. TERTULIANO Y ORGENES. Desde que la historia del mundo existe ha habido psicologa, pero slo desde hace poco tiempo hay psicologa objetiva. Vale decir, por lo que a la ciencia de otros tiempos se refiere, que la sustancia en psicologa subjetiva aumenta con la falta de psicologa objetiva. Por eso aunque rebosen psicologa las antiguas obras bien poco puede calificarse de psicologa objetiva. En no escasa medida debe obedecer esto a la peculiaridad de las relaciones humanas en la Antigedad y en la Edad Media. La Antigedad valorizaba al prjimo, por decirlo as, desde un punto de vista casi exclusivamente biolgico, segn se evidencia a travs de los hbitos vitales y las circunstancias jurdicas. En la Edad Media se observa en cuanto un juicio de valor ha encontrado aqu expresin adecuada una valorizacin metafsica del prjimo que se inicia con la idea del valor imperecedero del alma humana. Esta valorizacin, compensadora del punto de vista de la Antigedad, es tan desfavorable a la valorizacin personal la nica que puede constituir el funda19

mento de la psicologa objetiva como la valorizacin biolgica. Ciertamente no falta quien pretende que una psicologa puede escribirse "ex cathedra". Mas es cierto tambin que casi todos estn hoy convencidos de que una psicologa objetiva ha de basarse en primer trmino y sobre todo en la observacin y en la experiencia. Semejante fundamento sera ideal si fuera factible. Pero el ideal y el fin de la ciencia no consisten en una descripcin de los hechos lo ms exacta posible la ciencia no puede competir con las versiones cinematogrficas y fonogrficas, sino que slo cumple su fin y su designio estableciendo la ley, que no es otra cosa que la expresin abreviada de procesos mltiples y, sin embargo, aprehendidos de algn modo en un sentido de unidad. Este designio se logra por medio de una concepcin sobre lo pura y simplemente experimentable y no obstante su validez universal y probada ser siempre un producto del sino psicolgico subjetivo del investigador. En el establecimiento de teoras y conceptos cientficos hay mucho de contingencia personal. Hay tambin una ecuacin psicologico-personal, no slo una ecuacin psicofsica. Vemos los colores, pero no la longitud de las ondas. Este hecho bien conocido en nada ha de tomarse tan en consideracin como en psicologa. La accin de la ecuacin personal empieza ya en la observacin precisamente. Se ve lo que por uno mismo puede verse mejor. As, lo primero que vemos siempre es la paja en el ojo ajeno. No hay duda, en l est la paja, pero la viga est en el nuestro... y a fe que debe constituir un impedimento considerable de la visin. Me inspira recelo el principio de la "observacin pura" en la sedicente psicologa objetiva, aunque se reduzca a las gafas del cronoscopio, del taquiscopio o de otros aparatos "psicolgicos". Hay que precaverse tambin contra un excesivo botn de hechos psicolgicos experimenta20

les. Pero aun pesa ms la ecuacin psicolgicopersonal en la exposicin y comunicacin de lo observado, y eso sin hablar de la concepcin y abstraccin del material suministrado por la experiencia! En nada como en psicologa constituye una exigencia fundamental irremisible que el observador e investigador sea adecuado a su objeto en el sentido de que sea capaz de ver no slo lo uno, sino lo otro. No puede siquiera aludirse a la exigencia de que vea slo objetivamente: se trata de algo imposible. Puede uno darse por satisfecho si no ve demasiado subjetivamente. El que la observacin y concepcin subjetivas coincidan con el hecho objetivo del objeto psicolgico slo tiene valor de prueba, por lo que a la concepcin se refiere, en tanto la concepcin no pretenda tener carcter general y slo aspire a validez en lo referente a la esfera del objeto de que se trata. En este sentido, puede decirse que la viga en el ojo propio capacita verdaderamente para el hallazgo de la paja en el ojo ajeno. En este caso, como se ha dicho, la viga en el ojo propio no demuestra que no est la paja en el ojo ajeno. Pero el impedimento de la visin podra fcilmente dar lugar a la teora general de que todas las pajas son vigas. El reconocimiento y la toma en consideracin de la condicionalidad subjetiva de los conocimientos como tales, y muy especialmente de los conocimientos psicolgicos, es condicin fundamental1 de la estimacin cientfica y justa de una psique distinta del sujeto observador. Slo se cumple esta condicin cuando el observador est suficientemente informado sobre la amplitud y la ndole de la propia personalidad. Ahora bien, slo puede estar informado suficientemente si ha conseguido liberarse en gran medida de las influencias compensadoras de los juicios y sentimientos colectivos, llegando as a una clara concepcin de su propia individualidad. Cuanto ms retrocedamos en la historia, ms ve21

remos a la personalidad desaparecer bajo la sobrehaz de lo colectivo. Y si descendemos a la psicologa primitiva nos encontraremos con que ni siquiera puede hablarse del concepto individuo. Sustituyendo a la individualidad se observa una vinculacin colectiva o "participation mystique" (Lvy-Bruhl). Ahora bien, la disposicin colectiva constituye un impedimento del conocimiento e impide tambin la estimacin de una psicologa distinta del sujeto, precisamente porque esta disposicin colectiva espiritual es incapaz de pensar y sentir de otra manera que por proyeccin. Lo que entendemos bajo el concepto de "individuo" es una conquista, nueva relativamente, del espritu humano y de la historia de la cultura. No es milagro, pues, que la disposicin colectiva, antiguamente omnmoda, impidiese totalmente, por decirlo as, la estimacin psicolgica objetiva de las diferencias individuales, as como toda objetivacin cientfica de los procesos psicolgicos individuales. Precisamente por esta falta de pensar psicolgico estaba el conocimiento "psicologizado", es decir, grvido de proyeccin psicolgica. De ello nos brindan elocuentes ejemplos los primeros intentos de interpretacin filosfica del mundo. Mano a mano con la evolucin de la individualidad y con la diferenciacin psicolgica de los hombres por ella condicionada, va la "despsicologizacin" de la ciencia objetiva. Precisamente estas consideraciones se proponen aclarar por qu en los documentos de la Antigedad, que tradicionalmente han llegado a nosotros, las fuentes de la psicologa objetiva tienen tan mezquino caudal. La distincin de los cuatro temperamentos, que hemos tomado de la Antigedad, apenas puede llamarse tipificacin psicolgica, desde el momento que los temperamentos casi puede decirse que no son otra cosa que complexiones psicofisiolgicas. Mas la falta de noticias no quiere decir que no hayamos de encontrar en22

la historia antigua del espritu alguna huella de la accin de los contrastes psicolgicos de que nos ocupamos. As, la filosofa gnstica establece tres tipos que acaso correspondan a las tres funciones fundamentales psicolgicas del pensar, el sentir y el percibir. Al pensar correspondera el pneumtico, al sentir el psquico y al percibir el hlico. El menosprecio del psquico responde al espritu de la gnosis, que, frente al cristianismo, insista en el valor del conocimiento. Los principios cristianos del amor y de la fe eran opuestos al conocimiento. Por eso dentro de la esfera cristiana era menospreciado el pneumtico al sealarse slo por la posesin de la gnosis, del conocimiento. Hemos de pensar tambin en diferencias tpicas al considerar la larga lucha, no exenta de riesgos, llevada a cabo por la Iglesia contra el gnosticismo desde sus comienzos. En la orientacin, preponderantemente prctica, sin duda, del cristianismo primitivo, apenas contaba lo intelectual a no ser que, obedeciendo a un impulso de lucha, se perdiera en los atajos del polemismo apologtico. La "regula fidei" era demasiado angosta y no permita libertad de movimiento. Era adems pobre en contenido de conocimiento positivo. Contena pocas ideas, eso s, enormemente valiosas desde el punto de vista prctico, pero que eran un cerrojo del pensar. El "sacrificium intellectus" gravitaba con mucho mayor dureza sobre el intelectual, sobre el hombre de pensamiento. que sobre el hombre de sentimiento. Por eso es muy comprensible que los contenidos preponderantes cognoscitivos de la gnosis que no slo no han perdido la luz de la evolucin espiritual de nuestros das, sino que han ganado notablemente tuvieran una suprema virtud de atraccin para los intelectuales de la Iglesia. Venan a ser para ellos, en verdad, la tentacin del mundo. El doquetismo, sobre todo, con23

su pretensin de que Cristo slo haba tenido un cuerpo aparente y que dada su existencia y sus sufrimientos terrenales slo apariencia haban sido, ocasion graves preocupaciones a la Iglesia. Con vigorosa prestancia se evidencia en esta afirmacin lo puramente propio del pensamiento frente a lo humanamente propio del sentimiento. Con tal mxima claridad se observa esta lucha con la gnosis en dos figuras, no slo en extremo notables como padres de la Iglesia, sino como personalidades simplemente: en Tertuliano y en Orgenes, aproximadamente contemporneos de fines del siglo II. Dice Schultz 1 de ellos: "Un organismo era capaz de incorporarse la materia nutritiva ntegramente casi y asimilarse su propia naturaleza, mientras el otro la elimina con tempestuosos fenmenos defensivos, casi ntegramente tambin. De tan opuesto modo se comportaban por un lado Orgenes y por otro lado Tertuliano. Su reaccin ante la gnosis no slo caracteriza ambos caracteres y su concepto del mundo, sino que es de fundamental importancia por lo que se refiere a la situacin de la gnosis dentro de la vida espiritual y de las corrientes religiosas de la poca." Tertuliano naci en Cartago por el ao 160. Era gentil, entregado a la vida placentera de su ciudad hasta los 35 aos aproximadamente, en que se hizo cristiano. Fue autor de numerosos escritos en los que su carcter, que nos interesa especialmente, se evidencia de modo inequvoco y vigoroso. Ante todo se nos presenta con gran claridad su noble celo, sin par verdaderamente, su fuego, su temperamento apasionado y la honda intimidad de su concepcin religiosa. Es fantica y genialmente parcial por una verdad reconocida, es impaciente, naturaleza combativa incomparable, paladn sin compasin que slo ver la victoria en el total aniquilamiento del adver1 Dokumente der Gnosis. Jena, 1910.24

sario y es su lenguaje como un acero rutilante, con cruel maestra blandido. Es el creador del latn eclesistico, durante ms de mil aos vigente. Pone su cuo en la terminologa de la joven Iglesia. "Si haba hecho presa en un punto de vista, tena que llevarle a sus ltimas consecuencias, dirase que aguijado por un ejrcito de demonios y aunque no estuviera ya de su parte la razn, ni mucho menos, y hubiese de hacer jirones de todo orden racional." La pasin de su pensar era tan inexorable que se apartaba siempre de nuevo de aquello precisamente por que haba dado la sangre de su corazn. As, era su tica rudamente austera. Mandaba buscar el martirio en vez de huir de l, no permita segundas nupcias y peda que las mujeres llevasen velo. Combati con fantica desconsideracin la gnosis que era precisamente una pasin del pensar y del conocer y con ella la ciencia y la filosofa, en realidad no muy distintas de ella. A l se le atribuye la grandiosa confesin: "credo quia absurdum est". Parece que la atribucin no es del todo exacta histricamente y que slo dijo "et mortuus est Dei filius prorsus credibile est, quia ineptum est. Est sepultas, resurrexit; certum est, quia impossibile est". ("De carne Christi", 5.) Merced a la agudeza de su espritu penetr lo lamentable del saber filosfico y gnstico, apartndolo de s con menosprecio. Se remite, en cambio, al testimonio de su propio mundo ntimo, a los hechos de su intimidad, que se identificaban con su fe. Inform estos hechos, convirtindose en creador de las conexiones conceptuales que an hoy constituyen la base del sistema catlico. El hecho ntimo irracional, que en l era esencialmente de naturaleza dinmica, era tambin el principio y el fundamento frente al mundo, y la ciencia y filosofa racionales o colectivamente vlidas. He aqu algunas palabras suyas:25

"Requiero un nuevo testimonio, o mejor aun, un testimonio ms conocido que todo monumento escrito, del que se trata ms que de ningn sistema de vida, ms extendido que ninguna publicacin, ms grande que el hombre todo, pues es lo que le hace hombre. As, pues, acude, oh alma!, ya seas algo divino y eterno como algunos filsofos creen tanto menos mentirs entonces, ya seas algo no divino en absoluto, por ser mortal, como ciertamente slo Epicuro pretende aun menos debers mentir entonces, vengas del cielo o de la tierra, ests compuesta de nmeros o de tomos, hayas empezado tu existencia con el cuerpo o hayas sido insertada en l ulteriormente, sin que me importe de dnde vienes, ni por qu modo haces del hombre lo que es: un ser racional, capaz de percepcin y tambin de conocimiento. Pero no es a ti a quien requiero, alma domesticada en las escuelas, que has peregrinado por las bibliotecas y te has nutrido y hartado en las academias y en los prticos y pregonas la sabidura, no: no es a ti. Sino a ti, alma simple e inculta, sin recursos y sin experiencias, tal como te encuentras en los que slo a ti te tienen, tal como vienes de ah mismo, del arroyo, de la esquina de esa calleja, del taller: a ti quiero hablarte. Necesito, precisamente, tu ignorancia." La automutilacin que Tertuliano concluye en el "sacrificium intellectus" le llev al reconocimiento, sin reserva, del hecho ntimo irracional, verdadero fundamento de su fe. Concret la necesidad del proceso religioso que en s mismo perciba en la insuperable frmula "anima naturaliter christiana". Con el "sacrificium intellectus" sacrifica verdaderamente la ciencia y la filosofa, luego tambin la gnoss. Con el transcurso de su vida se agudizaron aun ms estos rasgos, Al verse obligada cada vez ms la Iglesia a transigir con la masa, se insubordin contra ella, declarndose partidario del profeta fri26

gio Montano, un exttico que defenda el principio de la negacin absoluta del mundo y de la total espiritualizacin. En violentos panfletos atac la poltica del papa Calixto I, viniendo as a quedar, en el montaismo, ms o menos "extra Ecclesiam". Segn nos dice San Agustn, parece que ms tarde rompi con el montaismo e incluso lleg a fundar una secta propia. Tertuliano es, por decirlo as, un representante clsico del hombre introvertido determinado por el pensamiento. Su intelecto considerable, desarrollado con extrema agudeza, est flanqueado de innegable sensualidad. El proceso evolutivo psicolgico que llamamos cristiano le llev al sacrificio, a la amputacin del rgano ms valioso, cuyo pensamiento mtico est, a su vez, contenido en el grande y ejemplar smbolo del sacrificio del Hijo de Dios. Su rgano ms valioso era el intelecto precisamente y el claro conocimiento por l transmitido. El "sacrificium intellectus" le cort el camino de una evolucin de carcter puramente intelectivo, hacindola imposible, lo que le oblig a reconocer el dinamismo irracional de su fondo psquico como su fundamento esencial. Lo propio del pensamiento de la gnosis, su intelectual valorizacin especfica de los fenmenos dinmicos del fondo psquico, todo esto tena que serle odioso, pues era precisamente el camino que acababa de abandonar para recorrer el principio del sentir. En Orgenes tenemos el contraste absoluto de Tertuliano. Naci Orgenes por el ao 185 en Alejandra. Su padre fue mrtir cristiano. l mismo se form en aquella especialsima atmsfera en que se fundan las ideas de Oriente y Occidente. Con verdadera ansia de saber aprendi cuanto mereca ser aprendido, asimilando as cuanto el opulento mundo del pensamiento alejandrino de aquella poca pudo ofrecerle de saber cristiano, judo, helenstico y egip27

cio. Descoll como maestro de una escuela de catecmenos. El filsofo gentil Porfirio, discpulo de Plotino, deca de l: "Su vida exterior era la de un cristiano e ilegal, pero en lo que se refiere a su concepto de las cosas y de la Divinidad helenizada, vesta las ideas de los griegos con mitos extraos"; ya antes del ao 211 tiene lugar su autocastracin, cuyos motivos inmediatos pueden imaginarse ciertamente, pero son histricamente desconocidos. Tena un gran influjo personal y era de verbo persuasivo. Estaba siempre rodeado de discpulos y de una multitud de estengrafos que anotaban las palabras preciosas que salan de los labios del maestro venerado. Era extraordinariamente fecundo literariamente y en su magisterio desplegaba una grandiosa actividad. En Antioqua ense teologa a la misma emperatriz madre Mammaea. En Cesrea fue jefe de escuela. Interrumpan frecuentemente su magisterio dilatados viajes. Posea una extraordinaria erudicin y tena una capacidad sorprendente para la inquisicin exacta de las cosas. Descubri antiguos manuscritos bblicos y llev a cabo una labor meritoria en la crtica de los textos. "Fue sabio insigne, puede decirse que el nico verdadero sabio que ha tenido la antigua Iglesia", dice Harnack. Al contrario de Tertuliano, no slo no se cerr a la influencia del gnosticismo, sino que incluso lo introdujo en la Iglesia en forma atenuada. Por lo menos orient sus aspiraciones en este sentido. Hasta puede decirse que era l mismo, segn su pensar y sus concepciones fundamentales, un cristiano gnstico. Su concepto del creer y el saber nos lo describe Harnack con estas palabras psicolgicamente significativas: ''La Biblia es de igual modo necesaria a ambos: a los creyentes se les ofrecen los hechos y los preceptos que les son necesarios y a los sabios les da la ocasin de descifrar las ideas y extraer las fuerzas que han de llevarles a la intuicin y al amor de28

Dios...; es decir, que todo lo material aparece trasfundido por la interpretacin espiritual (interpretacin alegrica, hermenutica) en un cosmos de ideas e incluso acaba todo por ser superado en la 'elevacin' y dejado atrs como peldao, quedando slo la relacin de bienaventurado reposo entre el alma de las criaturas, de Dios emanada, y Dios mismo ('amor et visio')." Su teologa, a diferencia de la de Tertuliano, era esencialmente filosfica y se insertaba perfectamente, por decirlo as, en el marco de la filosofa neoplatnica. En Orgenes se penetran las esferas de la filosofa griega y de la gnosis por una parte y, por otra, del mundo de las ideas cristianas, de armoniosa y apacible manera. Esta amplia y comprensiva tolerancia y rectitud acabaron sellando tambin el destino de Orgenes con la condenacin por la Iglesia. La condenacin definitiva fue postuma ciertamente, una vez que, anciano ya y martirizado durante la persecucin de Decio, muri, poco despus, a consecuencia de la tortura. Fue condenado el ao 399 por el papa Anastasio I y en 543 un snodo convocado por Justiniano sancion con maldicin su hereja, atenindose a esta sentencia los concilios posteriores. Orgenes es un representante clsico del tipo extravertido. Su orientacin fundamental se dirige al objeto. Evidenciase esto en la concienzuda atencin de los hechos objetivos y de sus condiciones y en la formulacin de aquel supremo principio del amor y de la "visio Dei" . El proceso evolutivo cristiano profes en Orgenes con un tipo cuyo fundamento original es la vinculacin al objeto que desde siempre se ha expresado simblicamente en la sexualidad, por lo que ciertas teoras reducen todas las funciones psquicas esenciales a la sexualidad precisamente. De donde el que la castracin sea la expresin adecuada del sacrificio de la funcin ms valiosa. Es en extremo caracterstico el hecho de29

que Tertuliano lleve a cabo el "sacrificium intellectus", mientras Orgenes realiza el "sacrificium phalli", pues el proceso cristiano requiere la total anulacin del vnculo sensual con el objeto, o ms exactamente: pide el sacrificio de la funcin ms altamente estimada, del ms caro bien, del ms vigoroso instinto. E1 sacrificio, biolgicamente considerado, se realiza al servicio de la domesticacin, mas considerado psicolgicamente para, por la disolucin de antiguos vnculos, alcanzar nuevas posibilidades evolutivas del espritu. Tertuliano sacrific el intelecto, porque era el intelecto el ms fuerte vinculo que le una al mundo. Combati la gnosis porque era el extravo que conduca lo intelectual y que al mismo tiempo condicionaba la sensualidad. De acuerdo con este hecho nos encontramos con que el gnosticismo est verdaderamente dividido en dos orientaciones: una corriente gnstica aspira a una espiritualizacin allende toda medida, mientras la otra se pierde en el animismo tico, en un libertinismo absoluto que no se detiene ante ninguna impudicia, ni ante las ms abominables perversidades y desvergenzas. As era realmente, pues se diferenciaba a los encratitas (abstinentes) de los antitactas o antinomistas (adversarios del orden y de la ley), que pecaban por principio, y, obedeciendo a determinados preceptos, se entregaban a la ms desenfrenada disolucin. Entre stos se encuentran los nicolatas, los arcnticos, etc. Hasta qu punto se tocaban aqu los extremos se evidencia en el ejemplo de los arcnticos: la misma secta estaba dividida en una tendencia encratita y en una tendencia antinomista, lgicas y consecuentes ambas. Quien quiera saber lo que ticamente significa un intelectualismo intrpido, llevado a la prctica generosamente, que estudie la historia de las costumbres gnsticas. Se comprender perfectamente el "sacrificium intellectus". Estas gentes eran consecuentes en la prctica30

y vivan su pensamiento hasta el absurdo. Orgenes, en cambio, sacrific el vnculo sensual que le una al mundo, mutilndose. Evidentemente para l no constitua el intelecto un riesgo especifico, sino, ms bien, un sentir y percibir que le vinculaban al objeto. Con la castracin se libr de la sensualidad aparejada al gnosticismo, pudiendo as entregarse sin temor a la opulencia del pensar gnstico, mientras Tertuliano, con su sacrificio intelectual, levant un muro entre l y el gnosticismo, alcanzando con ello una hondura del sentimiento religioso que echamos de menos en Orgenes. "Lo diferencia de Orgenes el hecho de que viva en lo ms hondo de su espritu cada una de sus palabras y que no era, como ocurra en Orgenes, el entendimiento lo que le arrastraba, sino el corazn. Queda detrs de Orgenes, en cambio, porque siendo el ms apasionado de los pensadores, estuvo a punto de recusar el saber como tal y de convertir su lucha contra la gnosis en una lucha contra el pensar humano pura y simplemente", dice Schultz. Vemos aqu cmo en el proceso cristiano el tipo originario se trastrueca verdaderamente: Tertuliano, el agudo pensador, se convierte en hombre de sentimientos, mientras Orgenes se hace sabio y se pierde en el laberinto del pensar. Naturalmente que es facilsimo invertir la cuestin, lgicamente tambin, diciendo que Tertuliano haba sido siempre el hombre de sentimiento y Orgenes el intelectual. Prescindiendo del hecho de que no por hacerlo as queda eliminada la diferencia tpica, que se mantiene inclume, no explica el punto de vista ni se ve cmo es que Tertuliano vea su ms peligroso enemigo en el pensar, mientras Orgenes vea en la sexualidad el riesgo mayor. Podra decirse que ambos se haban equivocado, aduciendo como argumento el resultado fatal de la vida de ambos. En este caso habra que suponer que haban sacrificado ambos aquello31

a que menos importancia daban, es decir, que haban hecho, en cierto modo, un trato de chalanes con el destino. He aqu una opinin cuya validez es, desde luego, digna de ser reconocida. Entre los primitivos los hay tan picaros y avisados que aparecen ante su fetiche con un gallo negro bajo el brazo y le dicen: "Mira qu hermoso cerdo negro te sacrifico." Mi opinin, sin embargo, es que la explicacin desvalorizadora, a pesar del innegable alivio que siente el hombre vulgar cuando puede derribar algo grande, no es la acertada en todo caso y necesariamente, por muy "biolgica" que su apariencia sea. Ahora bien, hasta donde el conocimiento personal que tenemos de estos dos grandes en el reino del espritu lo permite, podemos decir que la ndole de su idiosincrasia es grave y seria a tal extremo, que su cristiano trastrueque no ha sido subrepcin ni fraude, sino realidad y verdad pura y simple. No puede decirse que nos perdemos en un atajo si aprovechamos la ocasin para considerar lo que significa psicolgicamente la ruptura de la tendencia instintiva natural, tal como nos aparece en el proceso cristiano (de sacrificio). De lo dicho se deduce que el trastrueque supone, al mismo tiempo, el trnsito a una nueva disposicin. Esto nos explica dnde est el origen del impulso instintivo del trastrueque y hasta qu punto tiene razn Tertuliano en su concepcin del alma como "naturaliter christiana": la tendencia instintiva obedece, como todo en la Naturaleza, al principio del mnimo esfuerzo. Ahora bien, uno est ms dotado para una cosa, otro para la otra. O bien la adaptacin al primer ambiente de la infancia exige una mayor reserva y reflexin o una mayor participacin del sentimiento, segn la idiosincrasia de los padres y segn las circunstancias. Se forma as, automticamente, una preferente disposicin que da lugar a distintos tipos. Poseyendo todo humano individuo, como ser32

relativamente equilibrado, todas las funciones psicolgicas fundamentales, sera una necesidad psicolgica, por lo que se refiere a una perfecta adaptacin, que se sirviera de ellas con proporcin y uniformidad. Pues su razn ha de haber para que existan distintos modos de adaptacin psicolgica. Evidentemente no basta uno solo, que parece aprehender el objeto como simplemente pensado o como meramente sentido, por ejemplo. La disposicin parcial ("tpica") da lugar a una merma en el rendimiento de la adaptacin psicolgica que acumula su pasivo en el transcurso de la vida, lo que ms tarde o ms temprano origina una perturbacin en la adaptacin misma, que impulsa al sujeto a buscar una compensacin. Ahora bien, la compensacin slo puede lograrse por medio de un corte (sacrificio) en la disposicin parcial hasta entonces preponderante. As se consigue un embalse temporal de energa y su flujo en canales hasta el momento no utilizados conscientemente, pero inconscientemente dispuestos. El dficit de adaptacin que haba sido la "causa efficiens" en el proceso de trastrueque, se hace notar subjetivamente como sentimiento de insatisfaccin imprecisa. Esta era la atmsfera imperante en los comienzos de nuestra era. La Humanidad se sinti presa de una sorprendente necesidad de salvacin, dando, lugar a aquel inaudito florecimiento de todos los cultos posibles e imposibles en la vieja Roma. Tampoco faltaron defensores de la teora letal, que en vez de con "biologa", operaban con las razones cientficas de entonces. Y no se acababa de dar vueltas a especulaciones sobre cmo es que al hombre le va tan mal y por qu causa. Es claro que el causalismo de entonces era menos limitado que el de nuestra ciencia y no slo se recurra a la infancia, sino a la cosmogona, tranquilamente, inventndose gran nmero de sistemas que demostraban cmo lo ocurrido en anteriores tiem33

pos haba trado consecuencias insoportables para la Humanidad. El sacrificio llevado a cabo por Tertuliano y Orgenes es drstico, demasiado radical para nuestro gusto, pero responde al espritu de la poca, que era en todo concretista. Con este espritu tom la gnosis sus visiones por realidades o por cosas que de algn modo se referan a algo real y Tertuliano mismo considera el hecho de su sentir valedero objetivamente. El gnosticismo proyect la ntima percepcin subjetiva del proceso de cambio de disposicin como un sistema cosmognico y crey en la realidad de sus figuras psicolgicas. En mi libro Wandlungen und Symbole der Libido dej abierta la cuestin sobre el origen de la peculiar tendencia de la libido en el proceso cristiano. Con tal motivo me refer a la divisin de la tendencia de la libido en dos mitades opuestas. Explica esto lo parcial de la disposicin psicolgica, quehaba llegado a ser tan unilateral, que la compensacin se impuso surgiendo del fondo de lo inconsciente. Precisamente en el movimiento gnstico de los primeros siglos del cristianismo se evidencia clarisimamente la emergencia de contenidos inconscientes en el momento de la compensacin. El propio cristianismo significa la demolicin y sacrificio de los antiguos valores culturales, es decir, de la disposicin antigua. Es casi superfluo advertir en nuestros das que lo mismo da hablar de hoy que de hace dos mil aos,2. LAS DISPUTAS TEOLGICAS EN LA ANTIGUA IGLESIA.

No es improbable que tropecemos tambin con el contraste de tipos en la historia de los cismas y herejas de la primitiva Iglesia, que tanto abund en disputas de esta ndole. Los ebionitas o judeocristianos, que acaso son los propios cristianos pri34

mitivos, crean en la humanidad exclusiva de Cristo, hijo de Mara y Jos, ulteriormente consagrado por el Espritu Santo. En este punto se colocan, pues, los ebionitas al extremo opuesto de los doquetistas. Este contraste persisti mucho tiempo. En forma distinta, agudizada desde el punto de vista polticoeclesistico, aunque atenuada en su contenido, se evidenci nuevamente por el ao 320 con la hereja de Arrio. Negaba ste la frmula omouutisj (idntico al Padre) propuesta por la Iglesia ortodoxa. Si consideramos atentamente la historia de la gran disputa arriana sobre la homousa y la homoiusa (identidad esencial y semejanza esencial de Cristo con Dios) advertiremos que la homoiusa parece acentuar claramente lo sensual y lo apto para ser humanamente sentido, frente al punto de vista abstracto, de puro pensamiento de la homousa. Del mismo modo dirase que la rebelin de los monofisitas (que defendan la unidad absoluta de la naturaleza de Cristo) contra la frmula diofisita del concilio de Calcedonia (que defenda la doble naturaleza indisoluble de Cristo, es decir, su conjunta naturaleza humana y divina) haca valer, nuevamente el punto de vista de lo abstracto e inimaginable frente a lo sensual y natural de la frmula diofisita. Al mismo tiempo se nos evidencia con elocuencia arrolladora el hecho de que tanto en el movimiento arriano como en la disputa monofisita la sutil cuestin dogmtica era lo ms importante, ciertamente, para las mentes que la motivaron, mas no para la gran masa, que con mpetu partidista irrumpi en la disputa dogmtica. Tampoco en aquella poca poda tener suficiente fuerza propulsora para la masa una cuestin tan sutil, sino que eran los problemas y requerimientos del poder poltico lo que la mova, problemas que nada tenan que ver con diferencias teolgicas. Si la diferencia tpica puede tener aqu alguna significacin, ella fue seguramente la que35

suministr los conceptos elementales que de modo lisonjero pusieron su etiqueta a los toscos instintos de la masa. Pero con esto no queda en modo alguno cancelado el reconocimiento de que, para los que la suscitaron, la disputa del problema de la homousa y de la homoiusa era un asunto serio. Pues tras esta cuestin se ocultaban, histrica y psicolgicamente, el credo ebionita de la pura humanidad de Cristo con divinidad relativa ("aparente") y el credo doquetista de su divinidad pura con corporeidad aparente. Y bajo este estrato se oculta, a su vez, el gran cisma psicolgico. Por una parte tenemos la afirmacin de que el valor y la significacin cardinales residen en lo sensualmente aprehensible, cuyo sujeto, si no humano personal siempre, es siempre, sin embargo, un humano percibir proyectado. Por otra parte tenemos la afirmacin de que el valor capital reside en lo abstracto y extrahumano, cuyo sujeto es la funcin, es decir, el proceso natural objetivo que transcurre con impersonal normalidad allende la humana percepcin e incluso como su fundamento. El primer punto de vista pasa por alto la funcin a favor del hombre que aparece como su complejo. El segundo punto de vista pasa por alto al hombre como vehculo irremisible, a favor de la funcin. Cada uno de estos puntos de vista niega el valor cardinal del otro. Cuanto ms decididamente se identifiquen con su punto de vista los defensores de ambos, ms han de procurar, acaso con los mejores propsitos, imponerse mutuamente al punto de vista propio, violentando as el valor cardinal del contrario. Otro aspecto del contraste de tipos parece evidenciarse en la disputa pelagiana de principios del siglo v. La experiencia, por Tertuliano hondamente sentida, de que el hombre ni despus del bautismo puede evitar el pecado, adquiri en San Agustn que en ms de un aspecto se asemeja a Tertu36

liano la forma de la doctrina pesimista del pecado original, cuya esencia reside en la concupiscencia 1 heredada de Adn. Frente al hecho del pecado original pone San Agustn la gracia redentora de Dios con la institucin de la Iglesia por ella creada, que administra los medios de salvacin. En esta concepcin se sita el valor del hombre en un nivel de gran inferioridad. En realidad slo es una abyecta y desdichada criatura a merced del demonio, a la que slo la Iglesia nico poder capaz de proporcionar la bienaventuranza puede hacer partcipe de la gracia divina. Con ello no slo queda rebajado el valor del hombre, sino que tambin se rebaja, ms o menos, su libertad moral y su autodeterminacin, con lo que, ciertamente, se incrementa tanto ms el valor y la significacin de la idea de la Iglesia, lo que responda perfectamente al programa propuesto en la "Civitas Dei" agustiniana. Frente a concepciones de tal manera depresivas se alza, siempre de nuevo, el sentimiento de la libertad y del valor moral del hombre, que a la larga no se deja oprimir ni por la ms profunda inteligencia ni por la lgica ms acerada. Fueron Pelagio, un monje britano, y su discpulo Celestio, quienes salieron por los fueros del sentimiento del humano valor. Su doctrina se fundaba en la libertad moral del hombre como un hecho dado. Es caracterstico, por lo que se refiere al parentesco psicolgico entre el punto de vista pelagiano y la concepcin diofisita, que los perseguidos pelagianos hallaron acogida cerca de Nestorio, el patriarca constantinopolitano. Nestorio defenda acentuadamente la separacin de las dos naturalezas de Cristo frente a la doctrina de la fusikh enwsiz, de la unidad fsica de Cristo como Dios-hombre. Tampoco consideraba a Mara como1 Apetito, libido indmita diramos acaso que como eimarmhne (como hado o imposicin del destino) trae consigo la culpa y la perdicin del hombre.37

madre de Dios, sino como madre de Cristo simplemente. Con perfecta razn calificaba de impa la idea de que Mara fuese madre de Dios. Fue Nestorio causa de la disputa que dio origen a la separacin de la Iglesia nestoriana.3. EL PROBLEMA DE LA TRANSUSTANCIACIN.

Con las grandes transformaciones polticas, el hundimiento del Imperio romano y el ocaso de la civilizacin antigua, dieron fin tambin estas disputas. Mas cuando al cabo de algunos siglos se hubo logrado una cierta estabilidad, surgieron de nuevo las diferencias psicolgicas en su forma caracterstica, primero tmidamente, pero con ms intensidad al aumentar la cultura. No se trataba ya, ciertamente, de los mismos problemas que haban conmovido a la antigua Iglesia. Se haban encontrado nuevas formas, pero la psicologa que tras ellas se ocultaba era la misma. A mediados del siglo ix dio a la publicidad el abad Paschasius Radbertus un escrito sobre la comunin en el que defenda la doctrina de la transustanciacin, es decir, la afirmacin de que en la comunin el vino y el pan se transforman en la verdadera sangre y la verdadera carne de Cristo. Semejante criterio lleg a convertirse, como es sabido, en dogma, segn el cual la transformacin se verifica "vere, realiter, substantialiter"; si bien los "accidentes", es decir, el pan y el vino, conservan su apariencia, son, sin embargo, segn la sustancia, carne y sangre de Cristo. Contra esta extrema concrecin de un smbolo arriesg ciertas objeciones Ratramnus, monje del mismo convento, en que Radbertus era abad. Mas en quien Radbertus encontr un decidido adversario fue en Scotus Eriugena, el gran filsofo y audaz pensador de la temprana Edad Media, tan en soledad y a tal altura sobre su poca,38

que la execracin de la Iglesia slo al cabo de sglos le alcanz, como en su historia de la Iglesia dice Hace. Siendo abad de Malmesbury fue asesinado el ao 889 por sus propios monjes Scotus Eriugena, para quien la verdadera filosofa era tambin verdadera religin; no era un ciego satlite de la precedencia, ni de la autoridad, pues a diferencia de la mayora de las gentes de su poca, era capaz de pensar por s mismo. Pona la razn sobre la autoridad, muy en desacuerdo con su poca, muy fuera de tiempo y lugar acaso, pero seguro del reconocimiento de los siglos venideros. Incluso a los Padres de la Iglesia, que por modo excelso estaban encima de toda discusin, los consideraba como autoridad tan slo porque sus escritos encerraban tesoros de la razn humana. As, pensaba que la comunin no era otra cosa que la conmemoracin de la ltima cena que reuni a Jess con sus discpulos, que es lo que pensar siempre toda persona razonable. Pero Scotus Eriugena, por muy claro y simplemente que pensara y aunque no pretendiera, ni mucho menos, negar el sentido y el valor de la ceremonia sagrada, no participaba con el sentimiento en el espritu de su poca y en los deseos de los que le rodeaban, lo que se evidencia elocuentemente ya por el hecho de su asesinato a manos de sus propios compaeros. Por eso su pensar razonado y consecuente no tuvo el xito que Radbertus alcanz. No saba ste pensar, pero s "transustanciar" ingeniosamente lo simblico y entosquecerlo sensualmente, participando as con su sentimiento en el espritu de la poca, que peda la concrecin del acaecer religioso. Se reconocen aqu sin dificultad aquellos elementos fundamentales con que hemos tropezado en las disputas de que hemos tratado anteriormente: el punto de vista abstracto, contrario a la fusin con el objeto concreto, y el que tiende a lo concreto, atrado por el objeto mismo. Nada ms lejos de39

nosotros que enjuiciar parcialmente con menosprecio, desde el punto de vista intelectual, a Radbertus y su obra. Y aunque precisamente este dogma parezca absurdo al espritu moderno, no hemos de caer en la ligereza de negar su valor histrico. Se trata, ciertamente, de una pieza magnfica para una coleccin de humanos extravos, pero no se le ha de quitar valor "hoc ipso", pues antes de condenar debemos averiguar con alguna atencin lo que este dogma supuso en la vida religiosa de aquellos siglos y lo que nuestra poca ha de agradecer aun indirectamente a su influjo. No puede, en efecto, pasarse por alto el hecho de que precisamente la creencia en la realidad de este milagro exige un desprendimiento del proceso psquico de lo puramente sensible, lo que no puede dejar de influir sobre la naturaleza del proceso psquico mismo. El proceso del pensar ajustado llega a ser una completa imposibilidad cuando lo sensible tiene un valor de umbral excesivo. Merced a este excesivo valor se introduce en la psique constantemente y asuela y destruye en la funcin del pensamiento ajustado que se basa en la exclusin de lo no adecuado precisamente. De esta sencilla reflexin se deduce, sin ms, el sentido prctico de esta clase de ritos y dogmas, que desde este punto de vista precisamente mantiene un modo de consideracin puramente oportunista y biolgico, eso sin hablar de la influencia directa, especficamente religiosa, que la fe en este dogma haba de ejercer en el individuo. Por muy altamente que estimemos la personalidad de Scotus Eriugena, no hemos de permitirnos rebajar el valor de la obra de Radbertus. Pero este caso debe servirnos de enseanza para que nos demos clara cuenta de hasta qu punto el pensamiento del introvertido es inconmensurable con el pensamiento del extravertido, pues ambas formas de pensar, referente a su determinacin, son total y fundamentalmente distintas.40

Acaso pueda decirse que el pensar del introvertido es racional y el del extravertido programtico. He de hacer notar expresamente que en estas consideraciones nada en modo alguno decisivo quiero decir sobre la psicologa individual de ambos autores. Las noticias personales que tenemos de Scotus Eriugena son bien escasas: no bastan para un diagnstico seguro de su tipo. Lo que sabemos habla a favor del tipo de introversin. De Radbertus puede decirse que no sabemos nada. Es decir, sabemos que dijo algo que contradeca el general pensar humano, pero que con segura lgica del pensamiento descubri aquello que la poca estaba dispuesta a aceptar como lo a ella adecuado. Este hecho parece hacer probable el tipo de extraversin. Pero la insuficiente informacin que sobre ambos personajes poseemos nos obliga a suspender nuestro juicio, pues sobre todo lo que a Radbertus se refiere podra la cuestin presentar un aspecto completamente distinto. Pudo haberse tratado muy bien de un introvertido que por su entendimiento limitado no rebasaba en modo alguno las concepciones de los que le rodean y cuya lgica, por muy exenta de originalidad que estuviera, alcanzaba justamente para obtener una inferencia inmediata de las premisas que se le ofrecan en los escritos de los Padres de la Iglesia. Y en cambio Scotus Eriugena podra muy bien ser un extravertido si se probase que haba obrado impulsado por un ambiente que, de todos modos, se distingua por su "common sense" y que aceptaba toda manifestacin de acuerdo con este sentido comn como lo adecuado y deseable. Ahora bien, esto precisamente es lo que en modo alguno ha podido probarse por lo que a Scotus Eriugena se refiere. Por otra parte sabemos hasta qu punto se anhelaba en aquella poca la realidad del milagro religioso. A este carcter del espritu de la poca debi parecerle fro y mortificante el punto de vista de Scotus41

Eriugena y llena de estimulo vivificante, en cambio, la afirmacin de Radbertus, pues vena a concretarse en ella lo que todos deseaban. 4. NOMINALISMO Y REALISMO. La disputa del siglo ix sobre la comunin no fue sino el preludio de una disputa de mucho ms vasta amplitud, que dividi durante siglos los espritus y tuvo consecuencias de indecible alcance. Nos referimos a la pugna entre nominalismo y realismo. Se entiende por nominalismo el movimiento que afirmaba que los llamados universalia, es decir, los conceptos genricos y generales, como, por ejemplo, la belleza, el bien, el animal, el hombre, etc., no son otra cosa que "nomina", nombres o palabras o "flatus vocis", como se les llamaba tambin por burla. Anatole France dice: "Et qu'est-ce que penser? Et comment pense-t-on? Nous pensons avec des mots..., songez-y un mtaphysicien n'a, pour constituer le systme du monde, que le cri perfectionn des singes et des chiens." Esto es nominalismo extremo, lo mismo que cuando Nietzsche concibe la razn "metafsica del lenguaje". Por el contrario, afirmaba el realismo la existencia de los universalia ante rem, es decir, que los conceptos universales tenan su existencia por s a la manera de las ideas platnicas. A pesar de su religiosismo eclesistico es el nominalismo una tendencia escptica que pretende negar la existencia especial propia de lo abstracto. Es una especie de escepticismo cientfico dentro del dogmatismo ms rgido. Su concepto de la realidad coincide necesariamente en la realidad sensible de las cosas, cuya individualidad representa lo real frente a la idea abstracta. El estricto realismo, en cambio, traspone el acento de la realidad a lo abstracto, a la idea, a lo universal, que antepone a la cosa misma.42

a) El problema de los universalia en la Antigedad. Como lo demuestra la alusin a la teora platnica de las ideas, se trata de un conflicto que se retrotrae a lejanos tiempos. Algunas mordaces observaciones de Platn sobre "ancianos tardos en aprender" y "pobres de espritu" se refieren a los representantes de dos escuelas filosficas afines que andaban a la grea con el espritu platnico: la escuela de los cnicos y la de los megricos. El jefe de la primera, Antstenes, aunque en modo alguno se senta ajeno a la atmsfera espiritual socrtica e incluso se contaba entre los amigos de Jenofonte, era adversario decidido del bello mundo de las ideas platnicas. Incluso lanz un escrito contra Platn en el que le cambiaba el nombre, llamndole de modo inconveniente Saqwn. Esta palabra quiere decir muchacho u hombre, pero bajo el aspecto sexual de varn, pues saqwn se deriva de saqh, pene, con la que Antstenes, por medio de la proyeccin que conocemos, suavemente alude a lo que quera defender contra Platn. Para el cristiano Orgenes era este motivo original tambin, como puede verse precisamente el demonio, al que procur hurtarse por la castracin, con lo que, sin impedimento ya, hizo su entrada en el rico y galano mundo de las ideas. Pero Antstenes era un pagano, anterior al cristianismo, que conoca muy bien la causa a la que se senta an muy vinculado de que el falo haba sido smbolo desde siempre: la percepcin de lo sensible. No slo l se encontraba en este caso, pues es sabido que el lema de la escuela cnica toda era la vuelta a la Naturaleza. Los motivos que impulsaron al sentir y percibir concretos de Antstenes a una prestancia de primer trmino, no eran escasos: ante todo era un proletario que haca de su envidia una virtud. No era Qagenhj, de pura sangre. Proceda de la periferia, enseaba extramuros de Atenas43

y cultivaba un comportamiento proletario, dechado de la filosofa cnica. Tambin la escuela se compona de proletarios, o por lo menos de gentes "perifricas" a las que era peculiar una crtica demoledora de los valores tradicionales. Despus de Antstenes, una de las ms preeminentes figuras de la escuela era Digenes, que se llamaba a s mismo kuwn, can, y sobre cuya tumba se esculpi un perro de mrmol de Paros. A pesar de su clido amor al prjimo y de su carcter ntegra y humanamente comprensivo, atac demoledoramente cuanto era sagrado a los hombres de su tiempo. Se burlaba del estremecimiento de horror que a los espectadores produca en el teatro el espectculo del banquete thyesteico y la tragedia del incesto de Edipo, pues la antropofagia nada de malo tiene, ya que la carne humana no puede reclamar ningn privilegio de excepcin sobre otra carne cualquiera y tampoco el tropiezo de un trato incestuoso es una gran desdicha, segn nos lo demuestra el ejemplo elocuente de nuestros animales domsticos. Afn en muchos aspectos de la escuela cnica era la escuela megrica. Megara fue la rival desgraciada de Atenas! Despus de un comienzo prometedor, en que descoll Megara con la fundacin de Bizancio y de la Megara hblea en Sicilia, surgieron conflictos intestinos que fueron la ruina de Megara, desbordada por Atenas en todos los aspectos. A las toscas ocurrencias lugareas les llamaban en Atenas "chistes megricos". Esa envidia de la inferioridad, que dirase transfundida ya en la leche materna, podra explicarnos no poco de lo que caracteriza a la filosofa megrica. Tambin esta filosofa, como la cnica, era de todo punto nominalista y estaba en estricta contraposicin con el realismo platnico de las ideas. Un eminente representante de esta escuela era Stilpon de Megara, de quien se cuenta la ancdota siguiente: habiendo llegado en una ocasin a Ate44

nas, vio en la Acrpolis la prodigiosa estatua de Palas, obra de Fidias. Y con espritu autnticamente megrico dijo que aquella no era la hija de Zeus, sino de Fidias. En esta broma est expreso todo el espritu del pensar megrico, pues Stilpon enseaba que los conceptos genricos carecan de realidad, y de validez objetiva. As, pues, quien hable del hombre no habla de nadie, ya que no designa ni a ste, ni a aqul: O'JTS TVCS CJ-TE TOVI-, Plutarco le atribuye estas palabras:rr?ov tspov^ r-x-.r^ofl-d*'. es decir que lo uno nada puede decir sobre lo otro. Semejante era la doctrina de Antstenes. El ms antiguo representante de esta modalidad de juicio parece haber sido Antiphon de Romnus, sofista y contemporneo de Scrates. A l se le atribuyen estas palabras: "No puede ver la longitud con los ojos, ni reconocerla con el espritu, quien conoce un objeto dado de longitud." De aqu se deduce, sin ms, la negacin de la sustancialidad del concepto genrico. Con esta peculiar forma de juicio se socava el fundamento de las ideas platnicas, pues Platn atribuye precisamente a las ideas una eterna e inmutable validez y duracin, mientras lo "real" y la "pluralidad" slo son peiecederos reflejos. El criticismo cinicomegrico, en cambio, disuelve desde el punto de vista de lo real los conceptos genricos en puros nomina casusticos y descriptivos, sin sustancialidad alguna. Se -coloca el acento sobre la cosa individual.1 Este contraste evidente y fundamental ha sido claramente aprehendido por Gomperz como el problema de la inherencia y la predicacin: Cuando, por ejemplo, decimos "caliente y fro", nos referimos a cosas "calientes" y "fras", con las que "caliente" y "fro" se corresponden como atributos o predicados o expresiones respectivamente. La expresin seTHEODOR GOMPEHZ: Grechische Denker, 1912, t. II, pgina 143.451

refiere a algo percibido y en realidad existente; es decir, a un cuerpo caliente o fro. De una pluralidad de cosas semejantes abstraemos el concepto del "calor" y del "fro", al que de modo inmediato vinculamos algo objetivo o lo pensamos conjuntamente. As, el "calor", el "fro", etc., son para nosotros algo vinculado a la cosa, como consecuencia del eco de la percepcin en la abstraccin. Es en verdad difcil borrar lo objetivo de la abstraccin, desde el momento en que por el origen de la abstraccin es algo inherente a ella. En este sentido la objetividad del predicado es verdaderamente a priori. Ahora bien, si pasamos al concepto genrico inmediato sxiperior "temperatura", advertimos aun sin dificultad lo objetivo, que ha perdido, ciertamente, algo de su precisin sensible, pero nada de su calidad de imaginable. Pero tambin esta calidad de imaginable est intimamente adherida a la percepcin sensible. Si pasamos a un concepto genrico mucho ms elevado, al de la energa, por ejemplo, desaparece, ciertamente, el carcter de lo objetivo, e igualmente, en cierta medida, la cualidad de imaginable, pero, a su vez, se plantea el conflicto sobre la "naturaleza' de la energa, es decir, sobre si es algo puramente del pensamiento, abstracto, o si es algo "real". Es cierto que el investigador nominalista de nuestros das est convencido (le que "energa" es un mero nombre, una "ficha" de nuestro clculo mental, pero no puede impedir que en el lenguaje vulgar se maneje como algo de todo punto objetivo y que constantemente d lugar a la mayor confusin del conocer. La objetividad de lo puramente propio del pensamiento, que tan naturalmente se cuela en nuestro proceso de abstraccin dando lugar a la "realidad" del predicado o de Ja idea abstracta, no es un producto artificial, ni la arbitraria hiptesis de \in concepto, sino algo por naturaleza peculiarmente nece46

sano. No es que se haga la hiptesis arbitrara del concepto abstracto, situndolo en un trasmundo de origen igualmente artificial, no: el proceso histrico verdadero es lo contrario. En el primitivo la "imago", la resonancia psquica de la percepcin sensible, es tan fuerte, y est en ella lo sensible tan acusadamente matizado, que cuando se produce reproductivamente, es decir, como imagen espontnea del recordar, llega, en ocasiones, a tener la cualidad de la alucinacin. As cuando se le presenta al primitivo en el recuerdo la imagen de su madre muerta diliase que ve y oye su espritu. Nosotros "pensamos" en los muertos, mientras el primitivo los ve, precisamente a causa de la sensualidad extraordinaria de sus imgenes mentales. De aqu viene la creencia del primitivo en los espritus. Los espritus no son otra cosa que lo que nosotros llamamos sencillamente pensamientos. Cuando el primitivo "piensa", lo que verdaderamente hace es tener visiones cuya realidad es tan grande que confunde constantemente lo psquico con lo real. Powell dice: "La confusin des confusions dans la pense des non-civiliss est la confusin de l'objectif et du subjectif." Spencer y Guien dicen: "What a savage experiences during a dream is just as real to him as what he sees when he is awake." Lo que por observacin directa conozco yo mismo de la psicologa del negro confirma en absoluto los anteriores juicios. De este hecho fundamental del realismo psquico de la independencia de la imagen respecto de la independencia de la percepcin sensible, procede la creencia en los espritus y no porque el salvaje sienta la necesidad ee explicarse alguna cosa, necesidad que le han inventado los europeos. El pensamiento tiene para el primitivo carcter visionario y auditivo y por ello Carcter de revelacin. Por eso e mago, es decir sin escrpulo y sin piedad. Ciertamente de buena gana se lo concederemos, lo mismo a ellos que a sus continuadores, no raros, de HMostros das hay un lmite allende el cual ya no podemos seguir el principio de la asociacin sin cometer la simpleza de incurrir en la supersticin nacida del uso inmoderado de este principio." Nos hemos detenido tanto en el problema de la inherencia y de la predicacin, no solo porque haya54

surgido con el nominalismo y el realismo escolsticos, sino porque an no ha llegado el punto de reposo y de compensacin, ni, la verdad sea dicha, llegar nunca. Pues vuelve a tratarse aqu el contraste tpico entre el punto de vista abstracto, en el que el valor decisivo se sita en el proceso mismo del pensar, y el punto de vista en el que pensar y sentir se orientan (consciente o inconscientemente) en el sentido del objeto sensible. En el ltimo caso el proceso mental es medio y fin por lo que al realce de la prosperidad se refiere. No es, pues, milagro que fuese precisamente la filosofa proletaria la que adoptara el principio de la inherencia. All donde hay razones suficientes para que el centro de gravedad desplace en el sentido del sentir individual, pensar y sentii, flacos de energa positivacrcadora (que se desva totalmente en beneficio de los logros personales), se hacen necesariamente crtico-negativos, analizan y reducen a lo singular concreto. A la acumulacin de cosas singulares desordenadas que as se produce, se supraordina, en el mejor de los casos, una vaga unidad universal cuyo carcter de deseo se transpaienta con mayor o menor claridad. All donde el centro de gravedad se despla/u en el sentido del proceso mental, el resultado de la cieacin mental se supraordina a la pluralidad como idea. La idea es lo ms despersonalizado posible. Mas el percibir personal se incorpora hasta donde es posible en el proceso mental, producindose la hipstasis. Tambin aqu, de pasada, hemos de plantearnos la cuestin de si la psicologa de la teora platnica de las ideas nos autoriza a dar por bueno que Platn, personalmente, pertenece al tipo introvertido y de si a psicologa de los cnicos y megricos nos permite incluir a un Antstenes, a un Digenes y a un Stilpon en el tipo extravertido. Planteada la cuestin s, una decisin es de todo punto imposible. Una55

investigacin cuidadossima de los escritos autnticos de Platn, como sus "documents humains" acaso dejara traslucir el tipo a que personalmente perteneci. Por mi parte no me atrevo a emitir un juicio positivo. Si alguien llegase a aducir la prueba de que Platn perteneci al tipo extravertido, no sorprendera. La informacin que sobre los dems ha llegado hasta nosotros es hasta tal punto fragmentaria, que, a mi parecer, resulta completamente imposible llegar a una decisin. Como los dos modos del pensar de que hemos tratado obedecen a un desplazamiento del acento valorativo, es igualmente posible, naturalmente, que por determinadas razones en el introvertido el percibir personal se desplace en primer trmino y se supraordine al pensar de modo que ste se haga crtico-negativo. En el extravertido el acento valorativo se sita en la relacin que se establece en el sentido del objeto sencillamente, mas no de modo necesario en la correspondencia personal a tal efecto. Cuando la relacin que se establece en el sentido del objeto pasa a primer trmino, puede decirse que el proceso mental est ya efectivamente subordinado, pero carece de carcter destructivo cuando se ocupa exclusivamente de la naturaleza del objeto y mantiene alejada la intervencin del percibir personal. Hemos, pues, de calificar el conflicto entre inherencia y principio de predicacin, de caso especial que en el curso de la investigacin merecer una atencin honda y circunstanciada. Lo especial de este caso reside en la participacin positiva y negativa del percibir personal. All donde el tipo (concepto genrico) oprime a la cosa singular hasta hacer de ella una sombra, es que ha logrado realidad el tipo, la idea. All donde la cosa singular anula al tipo (concepto genrico) es que ha empezado la faena demoledora. Ambas posiciones son extremas e injustas, pero dan lugar a una imagen de contraste que nada deja desear en cuanto56

a evidencia y que precisamente por la exageracin procura realce a rasgos que en forma ciertamente ms atenuada, y por lo tanto ms culta, se adhieren tambin al carcter del tipo introvertido y extravertdo, aun en el caso de personalidades en las que el percibir personal no se ha desplazado a primer trmino. Pues la diferencia es notable segn que lo mental sea seor o siervo. El seor piensa y siente de distinto modo que el siervo. Ni una amplia abstraccin de lo personal a favor del valor general es capaz de eliminar por completo las injerencias personales. Y en tanto stas existan, han de hallarse contenidas en el pensar y en el sentir esas tendencias destructivas que tienen su origen en la afirmacin de lo personal frente a la adversidad de las condiciones sociales. Pero se cometera un craso error si, en virtud de la existencia de las tendencias personales, se pretendiera reducir los valores generales producidos a corrientes sublveas personales. Esto sera pseudopsicologa. Y hay quien la hace. b) El problema de los conceptos universales en la escolstica. El problema de ambas formas de juicio qued sin resolver, pues... "tertium non darur". As transmiti Porfirio el problema a la Edad Media: "Mox de generibus et speciabus illud quidem sive subsistant sive in nudis intellectibus posita sint, sive fubsistenta corporalia sint an incorporalia, et utrum separata a sensibilibus an insensibilibus posita, et circa haec consistentia, dicere recusabo. ("Por lo que respecta a los conceptos generales y genricos es Ja cuestin si son sustanciales o meramente intelectuales, si son corporales o incorpreos, si estn separados de los objetos de percepcin o si estn en ellos y en torno suyo.") En esta forma aproximadamente recogi el problema la Edad Media: se distingue el punto de vista platnico, los "universalia57

ante rem", lo general o la idea como dechado y ejemplo ante toda cosa singular y completamente desligado de ella, como existente sv oJ avp TZV (en urnica paite), .segn la sapiente Diotimu, en su consideracin sobre "lo bollo"', dice a Scrates. "Esto bello no ha de riniescntaise como un semblante o unas manos o como algo perteneciente al cuerpo, ni como una expresin conceptual o un conocimiento, ni cabalmente como algo que est en otra cosa, ya sea en un ser individual o en a tierra o en el cielo o en cualquier otra pa;te, sino en s y por s mismo c idcnliio a s mism? ctcrtii>ncntc, y todo lo dems bello que en ello participa es poi tal manera que con la gicis y el trnsito de lo dems bello ni es aumentado ni disminuido, ni en modo alguno experimenta algo." (Syniposion 211 B.) A la forma platnica se enfrentaba, como liemos visto, el supuesto crtico de que los conceptos genricos son meras palabras. En este caso lo real es prhis y lo ideal es posierius. Se resuma este punto dr \ista en las palabras univcrsalia por,t rcm. Entre ambos criterios se sita la concepcin realista moderada de Aristteles, qiu: podramos designar como "universalia in re", segn la cual forma (ivJw) y materia coexisten. El punto de vista aristotlico es un intento concretista de mediacin que corresponde perfectamente al carcter de Aristteles. Frente al trasccndentalismo de su macstio Platn, ei:\a escuela ca) luego en un mi.stici-.mo pitagrico, era Aristteles en todo y por todo un hombre dado a la realidad, a su realidad antigua, hemos de decir, que contena mucho de lo concreto que tiempos posteriores absoibieron y sumaron al inventario del espritu humano. Su solucin responde al concretismo del "common sense" antiguo. Estas tres formas nos ofrecen la articulacin de los puntos de vi.->ta medievales en la gran disputa de' los conceptos universales que propiamente cons58

tituye la esencia de la escolstica. No es misin ma ya por mi falta de competencia penetrar hasta el detalle en la gran disputa. He de conformarme con algunas indicaciones orientadoras. La disputa se ini con las opiniones de Juan Roscellinus. en las postrimeias del Siglo xi. Los conceptos universales eran para l meros "nomina rerum", nombres de las cosas, o como la tradicin les llama "flatus \ocis". Slo cosas singulares, individuos, baha para l. Estaba, como Taylor dice certeramente, "strongly held by tlie reality of individuis". La consecuencia inmediata fue pensar a Dios exclusivamente como individuo y disolver as la Trinidad en tres personas, con lo que propiamente acab Koscellinus t u un tritcsino. Esto no poda tolerarlo el realismo imperante. En un snodo convocado en Soissons en el ao 1092 fueron condenadas las opiniones de Rosccllinus. Del otro lado estaba Guillermo de Champeaux, el maestro de Abelardo, un realista extremado, pero de matiz aristotlico. Segn Abelardo, enseaba que una y la misma cosa existe en su totalidad y al mismo tiempo en las distintas cosas singulares. Entre las co^as singulares no hay cabalmente una diferencia esencial, sino slo una multiplicidad de "accidenten". Con este ltimo concepto quedan caracterizadas las diferencias reales entre las cosas como contingencias, del mismo modo que en el dcg-.7:a de la transustanciacin el pan y el vino, como tales, son meros "accidentes". Del lado del realismo estaba tambin Anselmo de Canterbury, padre de la escolstica. De modo autnticamente platnico se sitan en l los conceptos universales en el logos divino. Con este espritu ha de entenderse tambin la prueba de la existencia de Dios, psicolgicamente importante, establecida por Anselmo, llamada Prueba ontolgica. Esta prueba demuestra la existencia de Dios por la idea de Dios. J. H. Fichte (Psicologa, II, 20) la resume de la59

siguiente manera: "La existencia de la idea de un absoluto en nuestra conciencia demuestra la existencia real de este absoluto." La idea de Anselmo es que el concepto existente en el intelecto de un ser supremo encierra la cualidad de su existencia ("non potest esse in intellectu solo"). Concluye, pues: "vero ergo est aliquid, quo majus cogitari non potest, ut nec cogitan posset non esse, et hoc es tu, Deus noster". La fragilidad lgica del argumento ontolgico es tan evidente, que requiere razones aclaratorias de ndole psicolgica va el hecho de que un espritu como el de Anselmo pudiera establecer semejante argumentacin. La razn inmediata ha de buscarse cabalmente en la disposicin general psicolgica del realismo, es decir, en el hecho de que tanto una determinada clase de hombres, como tambin, de acuerdo con las corrientes de la poca, determinados grupos humanos, situaran en la idea su acento valoratvo, de modo que la idea representaba para ellos un valor real y por ende vital, superior a la realidad de las cosas singulares. De donde que les pareciera sencillamente imposible que lo que para ellos era lo ms vaoso e importante no existiera tambin realmente. Tenan, pues, la ms decisiva prueba de su efectividad en sus propias manos, desde el momento que su vida, su pensar y su sentir estaban ntegra y evidentemente orientados desde este punto de vista. Nada importa la invisibilidad de la idea frente a la extraordinaria efectividad, que es precisamente una realidad. Tenan un concepto ideal de la realidad, no un concepto sensualista. Ya un adversario contemporneo de Anselmo, Gaunilo, objet que la idea, tan frecuente en la literatura, de una nsula feliz y perfecta (a la manera del pas de los faliacos), no prueba necesariamente su existencia real. Se trata de una objecin palpablemente razonable. Otras semejantes se adu60

jeron en el transcurso de los siglos, lo que en modo alguno impidi que el argumento ontolgico sobreviviera hasta poca recientsima v que aun en el siglo xix fuera defendido por Hegel, Fichte v Locke. Semejantes contradicciones no han de atribuirse a una especial falta de lgica o a una ceguera, mayor aun, de una o de otra parte. Sera descabellado. Antes bien, trtase de diferencias psicolgicas de hondo alcance, que han de reconocerse una vez y ser tenidas en cuenta. La pretensin de que slo existe una psicologa y un principio fundamental psicolgico nico, constituye una tirana insoportable del prejuicio pseudocientfico del hombre normal; se habla siempre del hombre y de su "psicologa", que en todo caso es reducida a otra cosa. Del mismo modo se habla siempre de la realidad, como si no hubiera ms que una. Realidad es lo que acta en una alma humana y no lo que ciertas gentes consideran efectivo y generalizan premeditadamente. Por muy cientficamente que se proceda al hacerlo, no debe olvidarse que la ciencia no es la "summa" de la vida, que incluso slo es una de las distintas disposiciones psicolgicas y hasta que puede decirse que slo es una forma del pensar humano. El argumento ontolgico ni es tal argumento, ni tal prueba, sino Ja comprobacin psicolgica del hecho de que hay una clase de hombres para los que determinada idea es lo efectivo y lo real, realidad tan vigorosa, por decirlo as, como la del mundo de la percepcin. El sensualista alega contundentemente la certidumbre de su "realidad", mientras el hombre entregado a la idea se aferra a su realidad psicolgica. La psicologa ha de atenerse a la existencia de estos dos tipos (o de ms), y evitar, en todo caso y en cualquier circunstancia, el considerar el uno como una falsa interpretacin del otro, no debiendo proponerse nunca seriamente reducii' un tipo a otro, como si todo ser lo otro fuera slo61

una funcin de ser lo uno. No se anula por ello el acreditado principio cientfico segn el cual "principia explicandi praeter necessitatem non sunt multiplicanda". Pues subsiste la necesidad de una pluralidad de principios psicolgicos aclaratorios. Prescindiendo en absoluto de lo aqu aducido en pro de este supuesto, debiera bastar a abrirnos los ojos el hecho, tan digno de ser tenido en cuenta, de que, en realidad, a pesar de la en apariencia decisiva eliminacin del a r gumento ontolgico por Kant, no pocos filsofos poskantianos hayan recurrido a l y le hayan reavivado de nuevo. Y hoy da nos encontramos tan lejos, mejor dicho, mucho ms lejos cr seora. MIIU que puede ser sierva tambin. En modo alguno se deshonra por ello. Si. ciertamente, la ciencia nos ha llevado al conoi imiento de las desigualdades v perturbaciones de la psique, merecindonos por ello el intelecto, que en ella tiene su sede, la ms alta estimacin, constituye, sin embargo, un grave error inventarle por ello una finalidad propia que la incapacita para ser mero instrumento. Mas si con el intelecto y su ciencia ingresamos en la vida real, nos damos enseguida cuenta de que nos encontramos dentro de una limitacin que constituye una valla para otras zonas vitales de idntica realidad. Nos vemos as obligados a concebir la universalidad o una funcin del instinto. En ambos tipos la tendencia cientfica consiste en reducirlo todo al principio propio v deducido luego todo del mismo. Esta operacin puede llevarse a cabo con especial facilidad en las fantas is, pues stas no se acLptan a la realidad con caicter objetivamente orientado como Lis funciones de !a conciencia, sino que \an de acuerdo con el instinto y con el yo. A quien considera desde el puni de vista del instinto, no le cuesta mucho trabajo encontrar "el cumplimiento del deseo", el "deseo infantil' y la "sexualidad reprimida". Quien considera desde el punto de vista del yo encuentra con idntica f.icilidad los designios elementales que persiguen la seguridad y diferenciacin de la personalidad del x o, pues las fantasas son productos intermedios entie el yo y el instinto general. En este sentido contienen los elementos de ambas partes. La interpretacin partiendo de una de las dos partes ha de ser86

siempre, por lo tanto, algo arbitraria y violenta, pues al hacorla se repimie s'empie uno de los caracteres. Mas c.i trdo \ por todo s.> obtiene sin embargo, una wrdad doM sti.'bV. nas iuii verdad parcial tan so'o, oiio no puede proUivle, geneial \ahdez. Su vahdrz no rcb sa la esfea di1 su principio. En la del otro pi"u p'o es m\,'.lida La psicologa de Freud e:.t.'i car !tU .i/ada poi t i cvneeptj central c'e la reyrr-i'in de tendencias de dt eo-. incompatibles. El hombre apa'^'e iorn> un rp.iuoio de deseos slo paiualminte adaptibles por o que al objeto se lefiere S :s diicultad s neurticas cons's f en en que el 'nfli.jo di i medio, la educacin v las condiciones oh'tt:\Ms i.npiJen en p a i t que lo, nitritos vivan o biivc. Del padie y tk 'n ,'iadre prcceiVn influjos, en paite morales, qu^ ^on tvrmen de dificultades v \inculos, en parte mhnt'Ies que comprenden la vida ult.^iicr La disposicin instintiva original es un a'j^,1 dado, inmutable, que principalmente por influjos objetivos sufre modificaciones pe turba doras, por lo que aparece como remedio necesario el explayamiento de los instinto,, lo menos perturbado posible, respecto de objetos convenientemente elegidos. Por el contrario, la psicologa de Adler est caracterizada por el concepto central de la superioridad del \o Fl hombie i.pauce, en primer trmino, como punto egocntrico que de ningn modo debe someterse al objeto Mientras en Freud la apetencia del objeto, el vnculo al objeto y la ndole imposible de ciertos deseos por lo que al objeto se refiere, representan un papel importante, todo se orienta en Adler en el sentido de la superioridad del sujeto. Lo que en Freud es la represin del instinto frente ;J objeto, es en Adler la seguridad del sujeto. El remedio es en ste la supresin de la seguridad aisladora, en Freud la supiesin de la represin que hace al objeto inaccesible. El esquema fundamental es, por lo tanto, en87

Freud, la sexualidad, que es lo que expresa la relacin ms fuerte entre sujeto y objeto. En Adler, en cambio, es el poder del sujeto, es lo que del modo ms efectivo supone una segundad frente a los objetos v proporciona al sujeto un aislamiento inexpugnable y anulador de toda relacin. Freud quisiera garantizar la afluencia imperturbada de los instintos en el sentido de sus objetos. Adler, en cambio, quisiera vencer la hostil proscripcin de los objetos, para librar al yo tle la asfixia en su propio caparazn. Parece, pues, que el primer punto de vista sea el extravertido y el segundo el introvertido. La teora extravertida es vlida para el tipo extravertido, mientras la introvertida lo es para el tipo introvertido. Ahora bien, en