Panace@ - Revista de Medicina y Traducción · 2018-11-28 · significado taumatúrgico por grupos...

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<http://tremedica.org/panacea.html> Editorial Panace@. Vol. XIV, n. o 37. Primer semestre, 2013 1 Bio Luis González* El formante bio (del griego βίος, vida) dio nombre hace más de doscientos años a una nueva ciencia que desde media- dos del pasado siglo ha conocido un desarrollo espectacular. Los avances en biología molecular, biotecnología e ingeniería genética y, sobre todo, las aplicaciones de estos avances a los procesos industriales más variados han dado lugar a muchos nuevos términos, algunos con ese mismo formante griego, a veces en hibridación con voces inglesas, como ocurre con biofouling (bioensuciamiento). En muchos casos, bio funcio- na como prefijo y se refiere, de manera apocopada, a los ad- jetivos biológico (como en bioseguridad y biocontención) o biotecnológico (como en bioindustria y biopatente), o remite a otras nociones: biorregión (naturaleza); bioaceite, bioalco- hol, biobasura, biocarburante (materia orgánica); bioagricul- tura (ecología); bioartificial, biovidrio (tejidos orgánicos); biochip (material genético); bioterrorismo (armas biológicas, nanobio, microbio), etc. La fabulosa productividad terminológica de este formante griego merecería un estudio exhaustivo para aclarar la diver- sidad de sus significados y sus variadas relaciones semánticas con las palabras con las que se combina 1 . Como elemento que condensa todo el prestigio científico alcanzado por la moder- na biología, ha desbordado los límites del lenguaje especiali- zado y, al estar cargado de multitud de connotaciones positi- vas (vida, naturaleza, equilibrio, etc.) ha triunfado también en el lenguaje de la publicidad y se ha convertido en la expresión talismán de un nuevo segmento de mercado: el de la salud y el bienestar. Haciendo bueno el aserto hipocrático («que tu ali- mento sea tu medicamento»), vamos al supermercado como quien va a la farmacia. Hace falta ser muy insensible para no darse cuenta de que en la sección de frutas y verduras, en la de carnes y en la de productos lácteos (en donde abundan pre- y probióticos), se libra todos los días una batalla incruenta, pero altamente simbólica, entre lo sano y lo tóxico 2 , entre Bíos —y que nos perdone el doctor Freud por esta personificación he- terodoxa— y Thánatos. Paradójicamente, la «marca bio», que es fruto de una conciencia moderna, preconiza una vuelta al pasado, porque se basa en la crítica al modelo de producción industrial y en la defensa de unos productos menos artificia- les: sin plaguicidas, sin aditivos, sin conservantes, sin colo- rantes, sin parabenos, etc. Entre los partidarios más militantes de la «causa bio», esta crítica entronca con el ecologismo y lleva implícita, necesariamente, una crítica radical al modelo de globalización y a las doctrinas económicas basadas en el crecimiento. Desde el ámbito científico en el que surgió y en el que sigue extendiéndose, nuestro polisémico formante ha coloni- zado léxicos tan dispares como los de la economía (bioeco- nomía, biocapital), la industria de la moda (bioseda, biocal- zado), el derecho (bioderecho), la propiedad intelectual (bio- descubrimiento, biopatentabilidad), la política (biopolítica, biopoder, biopiratería) o la sociología (biomiseria, biopobre- za). Su buen funcionamiento como marca comercial ha facili- tado que, en la industria alimentaria, el adjetivo bio(lógico) se esté imponiendo a rivales como eco(lógico) y orgánico, aun- que su implantación varíe de un país a otro. Es significativo que el logo que certifica la producción ecológica de la UE se abstenga de incluir elementos textuales y que el Reglamento 834/2007 del Consejo 3 se aplique, respetando la tradición en cada país, a los «productos ecológicos» (produits biologiques, organic products, ökologischen/biologischen Erzeugnissen y prodotti biologici). No parece casual que la «marca bio» pre- domine precisamente en Francia, Alemania e Italia, aunque también progresa imparable en otros países, entre ellos Espa- ña. Para evitar que, acogiéndose a esta variedad de denomi- naciones legales, el uso de la etiqueta bio quede en algunos Estados miembros de la UE fuera del ámbito del Reglamento mencionado, su artículo 23 especifica: «En particular, los tér- minos enunciados en el anexo, sus derivados o abreviaturas, tales como “bio” y “eco”, utilizados aisladamente o combina- dos, podrán emplearse en toda la Comunidad y en cualquier lengua comunitaria para el etiquetado y la publicidad de un producto cuando este cumpla los requisitos establecidos en el presente Reglamento». Esta aclaración debería haber servido para regular en España el uso legal del término bio como marca, pero una sentencia del Tribunal Supremo, en diciembre de 2008, reconocía que los fabricantes de yogu- res pueden utilizar la denominación bio para sus productos, aunque no sean ecológicos, «por haberse convertido en una designación usual». A veces, como ocurre con la preferencia por biocarburan- te (o biocombustible) frente a agrocarburante (o agrocom- bustible), el prefijo bio no se usa exclusivamente por estra- tegia comercial o por añadir un matiz de precisión (bio es, obviamente, más amplio que agro), sino por razones ideoló- gicas 4 , las mismas que justificaron la acuñación de biopira- tería, término arrojadizo que revela un conflicto y produce una polarización donde hasta entonces solo existía la supuesta neutralidad del discurso científico 5 , representada por el térmi- no bioprospección. La aclimatación de bio fuera del léxico de las ciencias naturales y experimentales, su omnipresencia, su utilización como señuelo comercial, los intentos de apropiación de su significado taumatúrgico por grupos que representan intere- ses divergentes pueden llegar a provocar saturación o, cuando menos, cierta confusión entre los hablantes. En inglés, biono- mics puede referirse, según el contexto, al nombre antiguo de lo que hoy conocemos por ecología y también a una escuela, * Terminólogo. Departamento de español de la Dirección General de Traducción de la Comisión Europea (Bruselas). Dirección para correspondencia: [email protected].

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<http://tremedica.org/panacea.html> Editorial

Panace@. Vol. XIV, n.o 37. Primer semestre, 2013 1

BioLuis González*

el formante bio (del griego βίος, vida) dio nombre hace más de doscientos años a una nueva ciencia que desde media-dos del pasado siglo ha conocido un desarrollo espectacular. Los avances en biología molecular, biotecnología e ingeniería genética y, sobre todo, las aplicaciones de estos avances a los procesos industriales más variados han dado lugar a muchos nuevos términos, algunos con ese mismo formante griego, a veces en hibridación con voces inglesas, como ocurre con biofouling (bioensuciamiento). en muchos casos, bio funcio-na como prefijo y se refiere, de manera apocopada, a los ad-jetivos biológico (como en bioseguridad y biocontención) o biotecnológico (como en bioindustria y biopatente), o remite a otras nociones: biorregión (naturaleza); bioaceite, bioalco-hol, biobasura, biocarburante (materia orgánica); bioagricul-tura (ecología); bioartificial, biovidrio (tejidos orgánicos); biochip (material genético); bioterrorismo (armas biológicas, nanobio, microbio), etc.

La fabulosa productividad terminológica de este formante griego merecería un estudio exhaustivo para aclarar la diver-sidad de sus significados y sus variadas relaciones semánticas con las palabras con las que se combina1. Como elemento que condensa todo el prestigio científico alcanzado por la moder-na biología, ha desbordado los límites del lenguaje especiali-zado y, al estar cargado de multitud de connotaciones positi-vas (vida, naturaleza, equilibrio, etc.) ha triunfado también en el lenguaje de la publicidad y se ha convertido en la expresión talismán de un nuevo segmento de mercado: el de la salud y el bienestar. Haciendo bueno el aserto hipocrático («que tu ali-mento sea tu medicamento»), vamos al supermercado como quien va a la farmacia. Hace falta ser muy insensible para no darse cuenta de que en la sección de frutas y verduras, en la de carnes y en la de productos lácteos (en donde abundan pre- y probióticos), se libra todos los días una batalla incruenta, pero altamente simbólica, entre lo sano y lo tóxico2, entre Bíos —y que nos perdone el doctor Freud por esta personificación he-terodoxa— y Thánatos. Paradójicamente, la «marca bio», que es fruto de una conciencia moderna, preconiza una vuelta al pasado, porque se basa en la crítica al modelo de producción industrial y en la defensa de unos productos menos artificia-les: sin plaguicidas, sin aditivos, sin conservantes, sin colo-rantes, sin parabenos, etc. entre los partidarios más militantes de la «causa bio», esta crítica entronca con el ecologismo y lleva implícita, necesariamente, una crítica radical al modelo de globalización y a las doctrinas económicas basadas en el crecimiento.

Desde el ámbito científico en el que surgió y en el que sigue extendiéndose, nuestro polisémico formante ha coloni-zado léxicos tan dispares como los de la economía (bioeco-nomía, biocapital), la industria de la moda (bioseda, biocal-

zado), el derecho (bioderecho), la propiedad intelectual (bio-descubrimiento, biopatentabilidad), la política (biopolítica, biopoder, biopiratería) o la sociología (biomiseria, biopobre-za). Su buen funcionamiento como marca comercial ha facili-tado que, en la industria alimentaria, el adjetivo bio(lógico) se esté imponiendo a rivales como eco(lógico) y orgánico, aun-que su implantación varíe de un país a otro. Es significativo que el logo que certifica la producción ecológica de la UE se abstenga de incluir elementos textuales y que el Reglamento 834/2007 del Consejo3 se aplique, respetando la tradición en cada país, a los «productos ecológicos» (produits biologiques, organic products, ökologischen/biologischen Erzeugnissen y prodotti biologici). No parece casual que la «marca bio» pre-domine precisamente en Francia, Alemania e Italia, aunque también progresa imparable en otros países, entre ellos espa-ña. Para evitar que, acogiéndose a esta variedad de denomi-naciones legales, el uso de la etiqueta bio quede en algunos estados miembros de la Ue fuera del ámbito del Reglamento mencionado, su artículo 23 especifica: «En particular, los tér-minos enunciados en el anexo, sus derivados o abreviaturas, tales como “bio” y “eco”, utilizados aisladamente o combina-dos, podrán emplearse en toda la Comunidad y en cualquier lengua comunitaria para el etiquetado y la publicidad de un producto cuando este cumpla los requisitos establecidos en el presente Reglamento». esta aclaración debería haber servido para regular en españa el uso legal del término bio como marca, pero una sentencia del Tribunal Supremo, en diciembre de 2008, reconocía que los fabricantes de yogu-res pueden utilizar la denominación bio para sus productos, aunque no sean ecológicos, «por haberse convertido en una designación usual».

A veces, como ocurre con la preferencia por biocarburan-te (o biocombustible) frente a agrocarburante (o agrocom-bustible), el prefijo bio no se usa exclusivamente por estra-tegia comercial o por añadir un matiz de precisión (bio es, obviamente, más amplio que agro), sino por razones ideoló-gicas4, las mismas que justificaron la acuñación de biopira-tería, término arrojadizo que revela un conflicto y produce una polarización donde hasta entonces solo existía la supuesta neutralidad del discurso científico5, representada por el térmi-no bioprospección.

La aclimatación de bio fuera del léxico de las ciencias naturales y experimentales, su omnipresencia, su utilización como señuelo comercial, los intentos de apropiación de su significado taumatúrgico por grupos que representan intere-ses divergentes pueden llegar a provocar saturación o, cuando menos, cierta confusión entre los hablantes. en inglés, biono-mics puede referirse, según el contexto, al nombre antiguo de lo que hoy conocemos por ecología y también a una escuela,

* Terminólogo. departamento de español de la dirección General de Traducción de la Comisión europea (Bruselas). dirección para correspondencia: [email protected].

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Editorial <http://tremedica.org/panacea.html>

2 Panace@. Vol. XIV, n.o 37. Primer semestre, 2013

por lo menos, de pensamiento económico (la bionomía) que estudia la economía como un ecosistema y que, en algunas de sus traducciones al español, se confunde con la bioeconomía (bioeconomics) de Georgescu-Roegen, considerado uno de los fundadores de la economía ecológica.

Ante esta proliferación de «biotérminos», llama también la atención la limitada cobertura de nuestro diccionario aca-démico, sobre todo si se compara con obras similares en otras lenguas. Puede aducirse que se trata de términos hipertécnicos y neológicos, pero el Nuevo diccionario de voces de uso ac-tual de Manuel Alvar ezquerra, publicado en 2003, que solo recoge voces no incluidas en el DRAE, contenía ya más de un centenar de palabras con el elemento bio en posición inicial, la mayor parte de ellas suficientemente implantadas hoy. El diccionario académico solo incluye una veintena. en la dé-cada que transcurre desde la primera edición del diccionario de Alvar ezquerra (el Diccionario de voces de uso actual, de 1994) y la edición de 2003, periodo de enorme productividad para el formante bio, la RAe solo incorporó a su diccionario cuatro términos: biocompatible, biodiversidad, biónica y bio-tecnología. Baste señalar, como contraste, que el Merriam-Webster incluye más de 130 voces con el prefijo bio. Hay margen, por lo tanto, para que nuestros lexicógrafos presten más atención al auge de los compuestos con bio, justificado

por el desarrollo y difusión de las ciencias biológicas, pero habrá que estar también atentos a los excesos, a la propaga-ción hipertrofiada de esta exitosa partícula que bien podría ser un síntoma, uno más, de manipulación lingüística.

Notas1. Para mejorar la cobertura de nuestra base de datos IATe, estamos

trabajando precisamente en la elaboración de una colección termi-nológica, lo más amplia posible, de términos que contienen el el-emento compositivo bio-, -bio- o -bio.

2. Literal o metafóricamente, la toxicidad es, cada vez más, una carac-terística esencial de nuestra sociedad.

3. Reglamento (Ce) nº 834/2007 del Consejo, de 28 de junio de 2007, sobre producción y etiquetado de los productos ecológicos y por el que se deroga el Reglamento (Cee) nº 2092/91 [consulta: 18.VI.2013].

4. Como aclara el revelador libro de Walden Bello (2012): Food Wars. Crisis alimentaria y políticas de ajuste estructural. Barcelona: Vi-rus, pp. 157-183.

5. Véase al respecto la nota «Del conflicto social al conflicto termi-nológico: un apunte sobre “bioprospección” y “biopiratería”», pun-toycoma, n.º 127: 14-20. <http://ec.europa.eu/translation/bulletins/puntoycoma/127/pyc1276_es.htm> [consulta: 18.VI.2013].