una carta de amor une lettre d’amour

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una carta de amor une lettre d’amour a letter of love одно письмо от любви ein Brief der Liebe uma carta de amor una lettera di amore ةدحاو[تلرت] بح ةلاحلا μια επιστολή της αγάπης

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una carta de amor une lettre d’amour

a letter of loveодно письмо от любви

ein Brief der Liebeuma carta de amoruna lettera di amore

بح ةلاحلا [رتتل] ةدحاو

μια επιστολή της αγάπης

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lunes 25 de abrilBogotá, Colombia2005

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FRANKDon’t be a good neighbor to her or I’m gonna send you a love letter. Straight from my heart, fucker. You know what a love letter is? It’s a bul-let, straight from my gun, fucker. Once you get a love letter from me, you’re fucked forever. Under-stand, Fuck?

JEFFREYYes.

FRANKI’ll send you straight to hell, Fuck!

Frank takes a small square of blue velvet out of his pocket and begins feeling Jeffrey’s face with it.1

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una carta de amor

“Más de un hombre bueno ha acabado en el arroyo por culpa de una mujer”.2

Yo aquí, otra vez, en el espacio reservado para mis lamentos, en el espacio impenetrable y ab-solutamente penetrable de tu ser. Sí, tu ser, un ser que me lleva a escribir estos inútiles y repetitivos pensamientos sobre esta hoja blanca y aburrida. Lo único que me emociona realmente es ver cómo las palabras se van juntando con más pal-abras, hasta formar párrafos y párrafos, que acaso me comprenden.

No hay nada que comprender, me repito dia-riamente, no hay nada que entender; o tal vez si pudiera aceptar que hay muchas cosas que al ser mencionadas, al tratar de entenderlas, metafor-izarlas en un ejercicio y un impulso de agarrar así sea por un segundo, el tiempo, la vida y este amor que siento cada vez que me acuerdo de ti, me doy cuenta que no aprendo, nunca aprendo. La expe-riencia no me termina de convencer, caigo pro-fundo -y siempre se puede caer más profundo-, mi dicha y mi dolor son inconsolables.

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Alcanzarte en mis pensamientos es mi reto, poder captar tu esencia escurridiza y cambiante es mi anhelo, nunca estás y cuando estás te vas. Detesto esta verdad humana, que no me ofrece seguridad, es voluble, efímera, como el aliento que todavía sale de mí a pesar de mi falta de oxigeno. Dicen que los suspiros tratan de hacer presente al que ya no está, al que se va todos los días antes de acostarse, antes de morir, para soñar que está so-ñando, y pienso que quizás todo esto no es más que mi capricho de no dejarte ir cada vez que tus párpados dulces y pesados le dicen adiós al mun-do, le dicen adiós a todo lo que he hecho de tí. Quiero retenerte en cada palabra y en cada objeto que he hecho para tí, y cuidarte hasta la eternidad como mío, exclusividad repugnante, fascinante; quiero guardarte en mi mesita de noche atestada de renglones, de palabras e historias que propo-nen entre líneas tu historia, mi historia, nuestra historia. Qué necedad esta de tener que acomodar cada historia, cada canción y cada manifestación de los otros en nosotros.

Me canso terriblemente de tratar de ser y hacerte ser. Me canso de ver3 en las cosas lo que quiero ver en ellas, es una fatiga que me motiva, no se detiene, no hay pausa en este afán de vida, me pregunto constantemente si en realidad eres y

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solo digo sí. Es propio de los impotentes confor-marse con lo que todos dicen que es, pues borran toda individualidad, les gusta generalizar y adop-tar leyes como verdades. Prefiero esta tensión que nubla mi mente y alma, e insistir hasta que todos crean que así es. Me causa satisfacción, ganas de seguir inventado esa escenografía tantas veces vacía, tantas veces llena, tantos trajes, situaciones y abismos inconclusos en donde estamos tú y yo.

Cuando estamos me gusta como me miras, cuando me miras me gusta el ritmo de tu cuerpo descon-trolado, esos movimientos imprecisos y perfectos que nada ni nadie puede imitar; me gustan tus brazos alargados y torpes, que se confunden con el resto de los acompañantes que invitas cuando no quieres tu soledad, me gustan los harapos que caen de tu piel ruidosa, desafinada y deliciosa, me gusta tu cabeza llena de planes para archivar. Te gusta coleccionar gente, ideas, países, ritmos en ese espacio intranquilo, incoherente, lleno de recovecos que me causan inseguridad - miedo. Qué soberbios somos los hombres cada vez que pensamos que el otro es una alcancía en donde podemos depositar toneladas de monedas y que nunca se va a estallar. ¿Qué nos hace creer que no tiene fondo y que algún día todo lo que hemos depositado ahí, nos va a servir?, me pregunto constantemente. Ni tú mismo sabes

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lo que escondes en ese sin fin de esquinas y calle-jones, como para que yo pretenda y quiera creer que nadie más en el mundo te conoce más que yo, te ama más que yo, ¿ qué sabes tú de mí?, ¿qué sé yo de ti? NADA.

Caminamos en la oscuridad, y por instantes tenemos destellos de encandilamiento, es una ce-guera difícil de explicar que me permite volver a empezar, volver a creer.

Me gusta cada vez que reafirmas mi ser cuando te rozas con mis pensamientos y me dejas así no más - perversión. Si el lenguaje es una piel, cada vez que me hablas cerquita salen dedos y dedos que sin tocarme me hacen sentir, y puedo gritar YOYÓ4. Me gusta coronar (que me castiguen los dioses, pero que alaben mi sinceridad), a la vez me gusta coronarte, hacérte saber con mi poder5 que eres tan único, tan intercambiable que te podría enmarcar, inmortalizar como a una obra de arte, tan solo para que todos en la “eternidad” te señalen, te reconozcan. Te he construido a mi imagen y semejanza, te he hecho táctil, real, vis-ible, y con mucho cuidado me he encargado que detrás de tus formas viva mi verdad. La estrechez del ser humano consiste en conformarse con la verdad colectiva que priva tanto a la creatividad como al espíritu móvil que no ofrece certezas

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sino más bien dudas; prefiero “nuevos” espacios donde tú, yo y los otros nos podamos encon-trar, porque toda buena obra de arte merece ser mostrada, leída, revaluada.

Te confieso que me duele aceptar que sólo sobre-vivirás a través de las diferentes interpretaciones en el tiempo, pues es tanto de mí que he puesto en ti que me enerva la idea de pensar que tal vez tu piel cambiará y ni yo misma te reconoceré como te construí, pues yo lamentablemente también habré cambiado.

Quisiera retener el tiempo de una vez por todas, para dejarte existir, para permitirme existir; es que me cuesta eso de entender que soy, tú eres, nosotros somos y ellos son... ¿por qué tantas formas, tantas maneras para amar, para sentirse amado? No quiero justificarme, no quiero que un día de estos te miren y pasen derecho diciendo que fuiste obra de una mujer loca y deseperada que decidió convertirte en oro. No quiero ten-erles que explicar lo que despiertas en mí, lo que siento con la cabeza y pienso con el cuerpo; dicotomía absoluta que me encadena y me hace devorar tu carne, terminar los sobrados que dejo después de digerir tus partes. Me conoces, sabes qué me gusta primero y qué va después, pero soy frágil y no tengo los colmillos afilados de los de-

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predadores; tampoco me puedo camuflar como ciertas mariposas, cuando no quiero que des-vistas mi vulnerabilidad; no tengo escudos de metal para defender mi existencia, así digan que, como en el amor y la guerra, todo se vale. Yo solo cuento con mi ser, porque ni siquiera este pellejo decrépito se salva de los estragos de la rotación terrestre.

Mi corazón es un campo de batalla y sólo tú sabes cuántos otros habitan en él, tal vez son esos otros que habitan en mi y esos otros que habitan en tí los que nos separan o nos unen, pues te con-fieso, no hay nada más revelador que descubrirlos cantando o gritando melodías y ruidos estriden-tes que nunca antes había escuchado. Desde un tiempo para acá ando poniendo corazones6 en el pecho de aquellos que podrían caber dentro de tí. Es raro pensar que a este órgano le otorguemos tantos poderes.

Trato de negarme la posibilidad de que tal vez algún día ese carácter milagroso de conocerte, poseerte, descubrirte, me aburra, y la llamada cotidianidad nuble el paisaje incierto que he tratado descifrar. ¿Recuerdas el dibujo aquel que me capturó y no hallaba donde disponerlo? hoy no lo quiero ni tocar para esconderlo, me produce apatía, fastidio, y la belleza de su línea se convirtió

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uma carta de amor

en una línea finita, que no me dice nada.Tal vez pase lo contrario, pero te advierto: valgo, valgo terrones de azúcar pesados, soy hermosa y joven.

Me dices que te causo intranquilidad, pues estar conmigo es igual a violar una niña, pues mi cu-erpo nunca creció, no adquirió formas seducto-ras y redondas, se quedó en esa edad que tanto detesté, la de las teticas que quieren salir pero se resisten y el culito que puedes agarrar con una de tus manos; las caderas igual de anchas a la cintura, y las piernas con un musculito estúpido de hacer fuerza cada vez que quería despegar del suelo con mis pies de bailarina de ballet frustrada. Obviamente esto te produce excitación, pero te quejas de mi alma de vieja, y en eso estamos de acuerdo, mis chocheras son innumerables y mis ritos diarios te hacen reír. Nunca te perdonaré la gracia que te produce verme dar mis tres saltos mañaneros después de la ducha, alzando las ma-nos hacia el techo para tocarlo a ver si por fin crezco, y te atreves a afirmar que un día me voy a caer con lo que queda de jabón; pues no te lo he confesado para no darte la razón, pero ya me caí, se me fue un pie, después el otro, como en las ti-ras animadas, y mi cóccix recibió todo el peso, y la rodilla derecha, a causa del gran impulso, terminó insólitamente en mi ojo, dejando un morado por una semana. Y yo sólo explicaba esta peculiar

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escena con una dramatización femenina de esas que tanto nos gustan cuando nos las cuentan: “una amiga me clavó un puño después de enter-arse que su ex estaba en el flirtee conmigo”.

“El drama antiguo tenía grandes escenas declamatorias, lo que excluía la acción (esta se producía antes o tras la escena), el rapto amoroso (puro momento hipnótico) se pro-duce antes del discurso y tras el proscenio de la conciencia: el “acontecimiento” amoroso es de orden hierático: es mi propia leyenda local, mi pequeña historia sagrada lo que yo me declamo a mi mismo, y esta declamación de un hecho consumado (coagulado, embalsamado, retirado del hacer pleno) es el discurso amoroso”.7

¿Es esto nuestro discurso amoroso?, respóndeme si puedes: ¿cómo más se libra una batalla sin guerra, si no es a través de estas conversaciones, de estos espacios?

Me inquieta el raiting de nuestras telenovelas y pi-enso en aquella frase de Omar Rincón “Nuestra realidad vive ausente de lideres y nos toca aferrar-nos a los lideres del melodrama”. No hay un es-pacio para la reflexión, la acción lo domina todo, hasta los discursos políticos pasaron de la plaza a los discursos televisivos, en donde se manejan los mismos elementos del género

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melodramático, con estrategias como el slogan. Y aún me avergüenzo de mí misma, de mis compor-tamientos desaforados, en donde ya no distingo si ellas (las telenovelas) me imitan a mí o yo a ellas.

Me cuesta demasiado aprender y me sonrío, pues recordar estos episodios que me bastan para entender que olvido con la misma rapidez que pretendo aprender. Trato de retener el universo, y el arte es mi refugio secreto, pero no es mágico, es devastador, muchas veces intolerable, y en-frentarme a él es tan pesado como tú. Ansiedad, sudor frío y hasta ganas de ir al baño me dan, ni creas que hacer de tí esta gran obra es el resul-tado de un estado de levedad y luminiscencia, en donde la inspiración me toca con su vara y siento el sutil roce de las alas de esta señora al despegar. No. Me gustaría convertirte en lo que los alqui-mistas llaman: “imaginación verdadera”, pero los días pasan y experimento cierta sumisión (innere Vorstellung8), es una postergación gracias al exceso de pereza o actividad cerebral, pues son tantos los pensamientos, que no puedo obrar para conver-tirte en “obra”. No te extrañe si me llaman eterna ociosa.

Experimento fobias severas y una de ellas es el tiempo, no resisto dejar de relacionar el tic

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– tac del reloj con el boom – boom de corazón, marcando, cronometrando mi contacto con el mundo; funcionan como los sabores9, que no saben en sí, sino por el contacto con las glándulas gustativas, todos los sentidos en juego, el tiempo en relación con el espacio. Has sido testigo de cuántos despertadores y relojes he destruido en ataques histéricos, pues no saben callar. Pero sa-bes que no puedo vivir sin ellos en mi muñeca, y además siempre siete minutos adelante, poqrue me gusta ganarle al tiempo, estar a tiempo. No soy como las otras mujeres, siempre estoy lista, no me gusta esperar ( no me pidas paciencia, sabes que ninguna técnica oriental logra calmar este impulso que vive dentro de mí) con arreglo o sin arreglo, con remedio o sin remedio, me da igual, quiero salir a bailar en la pista sin mi natural sentido de ubicación, para terminar de perder toda noción espacial, y después de dar mis vueltas, que sé que te confunden, hacer que deje de existir el norte como opuesto al sur y el oriente como ascendente del sol.

No me conformo con leerte de izquierda a derecha, o tomar la distancia apropiada según tu tamaño para poder apreciarte como en las galerías, como lo hacen los que saben; me siento más cómoda acercándome hasta que la línea de seguridad suene, y alejarme hasta que el termó-

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metro que mantiene la temperatura adecuada, se quiebre, al tratar de resistir mis átomos en con-tracción y expansión con cada respiro agitado que eleva el aire de los incómodos techos que no nos permiten respirar bien. Y si hay algún desafortunado en el salón donde nos ubicamos, que mire si quiere, pero que ni se le ocurra criti-carme al salir, sabes que me producen fastidio los que hablan detrás de mí, escondiéndose detrás de otro nombre para protegerse. Que me digan perra, sicótica, descontrolada, innecesaria, etcétera, pero el resto... ¡púdranse!.

Qué horrible son esos espacios que me acuerdan más de un funeral que de un espacio dinámico, qué fastidioso es observar cómo todos, vestidos de negro, brindan contigo y te felicitan por tu obra de arte, y apenas sales te tachan de pretencioso, de falto de coherencia entre la idea y la materi-alización, de naif, de conceptual indecente, de abstracto iluso... Los odio. Prefiero clavarles las uñas mientras me miran a los ojos si tienen algo que decir, algo que decirte, algo que decirme o algo que callar.

La decencia apesta, me causa intriga la elegancia. Son dos cosas, la primera se improvisa, la segunda no. ¿Que es más mala educación que pretender tener?, por eso te aprecio hasta el fin, porque no

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escondes delante de mis papás en la mesa del comedor, que con la misma mano que limpias tu boca sutilmente con la servilleta, metes tus dedos, tu mano y tu brazo, si entra en mi cuerpo húmedo y sediento (ellos ven la arcilla hecha objeto, pero se mueren de ganas por penetrarla);10 a quienes les causa estupor oírme hablar de ti hambrienta de placer, y se ruborizan, tapando los gestos de su cara para fingir que no sienten lo mismo y que no les gustaría que les hicieran lo mismo; bienveni-dos al cielo, pues tal vez de ellos es ese espacio. Hipócritas.

Quiero arder contigo en las calderas y que re-suene, chisporrotee la madera fina de ese marco tallado, bañado en oro que dispuse para tu ser. Ya no me importaría volver a abismarme junto a tí (sabes que he perdido tantas veces, que tal vez mi miedo radica más en sufrir - aún no me acostum-bro, algún día quiero ser feliz - al perder hacer rato le gané), porque sé que en el fondo a los otros les dolería, padecerían segundo a segundo la an-gustia que es ver, presenciar cómo tú, mi gran obra, se desvanecería entre las llamas poderosas. Mien-tras tanto miraré sus narices, les incomodan, pues sienten el dolor, todos tienen ganas de estornudar y no pueden, que dolorosa sensación.

Yo opto por que mis babas impregnen el espacio,

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y sólo para captar su atención y desviarles el es-tornudo gritaré: HACHIS.

Soy consciente de que la creatividad, el ego que me acompaña en mi obra, es un robo. Cuando Pro-meteo robó la llama eterna, lo que hizo también fue hacerle entender a los dioses que los hombres /las mujeres, o sea nuestros egos, empezaban a desempeñar un papel; un lugar. Bachelard dice: “Si todo lo que cambia despacio se explica por medio de la vida, todo lo que cambia rápidamente se explica por el fuego”. Te pregunto ¿qué animal posee fuego? Ya sabemos la respuesta y es por eso que sólo los humanos podemos apropiarnos de los procesos de la naturaleza y hacerlos susceptibles a ser re-sueltos.

Je veux voler, je vole, je vole, je veux voler*.

* voler en francés significa a la vez: “volar” y “robar”.

Unos han creído en las fuerza de lo oculto y lo indescifrable, otros han creído en un desarreglo con los sentidos hasta que el genio y el loco se den la mano. Unos han encontrado en el arte una forma de vida y el espacio justo para decir lo que tienen

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que decir y quieren decir; muchos a través del arte se han enfrentado a los grandes misterios como un científico se enfrenta al caos, solucionando matemáticamente las diferentes ecuaciones, otros con exceso de Hybris ( en griego se refiere a la arrogancia – la insolencia ante lo sagrado ) no han podido reflexionar, estancándose en los excesos y la imposibilidad de volver hacía sí mismos, y así muchos, de una u otra forma, han sido esclavos de sus egos.

No es gratuito que Zeus haya encadenado al insolente Prometeo en el monte Cáucaso, sometiéndolo a que el águila que royera su hígado por haber prometido a los hombres vanas esperanzas de inmortalidad. ¿No crees amor mío, que eso es lo que tratamos de perseguir con nuestra obra? Si no fuera así me dejarías ir y yo a tí, pero en el fondo experimentamos un horror profundo a la falta de imágenes; no en vano Roland Barthes decía en uno de sus libros: El enamorado es pues artista, y su mundo es un mundo al revés, puesto que toda imagen es su propio fin (nada más allá de la imagen).

El otro día me buscaste, y crees que no me doy cuenta, pero puedes llegar a ser más perverso que yo; te gusta dominar y en medio de tus expresiones de cariño te refieres hacia mí o de mí, como un posesivo: MÍ ( nombre seguido, apodo

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seguido). No soportas verme con alguien más, pero insistes en que necesitas tu soledad; claro yo te enseñé eso y ahora es tu tiempo de predi- carlo, pero no entendiste que nunca dejaremos de estar

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solos. Estar solo es diferente de sentirse solo, le tienes absoluto pánico a sentirlo, a aceptarlo. Mis libros de autoayuda hablan de que el verdadero amor es aquel en el que uno entiende cómo compartir dos soledades. Mentiras, nunca vamos a entenderlo. Si acaso lograremos entender que si acaso existimos y usamos al otro.

Cuando estoy sola y quiero ser la actriz que tanto me gusta encarnar, prendo la televisión, pongo “Lo que el viento se llevo” y dejo a mi diálogo favorito rodar.

Sacarlett: No, Rhett, por favor, no se vaya, por Dios no me deje, no se lo perdonaré nunca.

Rhett: Yo no le pido que me perdone, yo mismo no me comprendo ni me perdonará nunca, y si una bala me alcanza, Dios no lo quiera, me reiré de mi propia estu-pidez. Sólo sé y comprendo una cosa, y es que te quiero Scarlett, pese a ti y a mí y a ese mundo que se desmorona a nuestro alrededor, te quiero. Porque somos iguales, dos malas personas, egoístas y astutos, pero sabemos en-frentarnos con las cosas y llamarlas por sus nombres.

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Scarlett: ¡Déjeme!, no me toque.

Enfrentarnos a las cosas y llamarlas por su nom-bre. Sabes que es un síntoma de nuestra civili-zación darle un nombre a algo y luego soñar sobre el resultado de ese algo que decidimos nombrar, generando un mundo que se debate entre el nom-bre falso y el sueño verdadero. Por eso es que me resulta inquietante la idea de darle un título, una palabra que designe mi obra. No acepto un “sin título” un “sin nombre” para que quepan todos y ninguno, no, prefiero nombrarte, que de igual forma cabrán todos y ninguno, pero por lo menos tengo la oportunidad de decirle a los otros que así te llamas, así quiero que te llamen. El bautizarte y que luego todos te llamen porque yo te nombré es casi tan totalitario como bautizar al hijo/a darle un nombre para que lo/a nombren así el resto de sus días; es extender mi imperio de nombres y cosas. Es revelarse, o más bien seguir la cadena de la voluntad impuesta sobre nosotros; no escogí nacer, se atrevieron a nombrarme y aparte sé que moriré, pero no sé cuando.

Se te olvidan tantas cosas, se te olvida que fui otra vez yo quien te escribió un cuento que hablaba de ser una naranja completa, deliciosa, jugosa, y no media. Aunque aún creo en el complejo de cenicienta, sabes que no hay poder humano que

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llene las carencias del otro, este juego de egos y un autoestima herido son nuestros peores enemigos. Aprendiste -¡victoria! -que esos celos estúpidos sólo te terminaran de enloquecer, aprendiste qué era tu inseguridad que transportabas a la descon-fianza en mí. Bobo, no es mi culpa que sientas que te quedan menos años de vida y que no todos se den cuenta de que los vinos, entre más viejos, más sabrosos. Sabes que moriré primero que tú, pero te niegas a oírme cuando alucino mis 2004 po-sibles muertes. Eres tan “grande” , me llevas años y aún así corres detrás de mí, como Peter Pan; no sé si en busca de tu propia sombra, que se niega a crecer, o de la mía, insistiendo en creer en mí, y no te das cuenta que todo lo que digo ser, todo lo que soy y todo lo que quiero ser, es parte de un plan “perfecto”, construido matemáticamente para dejarme de aburrir, para darle sentido a mi esencia vacía y a este mundo injusto, violento y determinado por el peso de los recuerdos y del olvido.

Apuesto a que en este momento tienes el cerebro hinchado y la frente ya está empezando a coger color; sé perfectamente cómo detestas mis ex-cesos, no logras entender cómo caben en mí la crueldad y la frialdad de la razón que denomina todo como ciencia histórica, y lo profundo de mis pasiones que no conocen los límites, el dolor,

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o el hastío, simplemente son, sin pasado ni fu-turo. Tan sólo obsérvame trabajar y entenderás. Si crees en los detalles te darás cuenta que en medio del desorden anárquico de las formas, to-dos tenemos un método para ordenar Entiendo que hay una cadena infinita de causas y efectos al enfrentarme con el material, es como el que juega billar: su razón sabe a dónde va a parar esa bola.“Yo sé” dónde va a parar esta línea, este rojo que me costó capturar, pero cuando me preguntas ¿cuánto tiempo pasó o si ya dormí, o si ya comí? Nunca sé qué respónder, sonrío para no tener que pensar - inventar, pues mi tiempo interno no corresponde con el externo, nada se ajusta, soy animal de nuevo, soy un instante que es imposible e inútil describir, sólo sé que cuando pasa me ojeas desconcertado, cansado, y quisieras estar en mi piel.

Pero quiero protegerte, inflarte, para no dejarte devaluar; la balanza del intercambio impuesto por nuestros propios límites e intereses nunca va a estar balanceada, el afecto afecta, desequilibra todo. La justicia es ciega, el amor es ciego, no por imparciales, sino por parciales11. Quiero poder al fin tenerte para que me pagues tú a mí (nadie da solo por el placer de dar, todos damos para recibir y aunque tenga mucho para tí, yo quiero TODO de tí). Pero mi voluntad no basta, Bernardo Ortíz

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decía en “Circunloquio en Torno a un Héroe”: la compleja construcción cultural que denominamos obra de arte no tiene un origen único en la voluntad del artista. Más bien la voluntad del artista es uno de los factores, que“originan” una obra de arte.

Entiendo que el arte nos saca del absurdo estan-camiento y de la imposibilidad de digerir, pero me enferma cada vez que me dices que soy perfecta12, siento ganas de vomitar y me entra la hiperventi-lación. No te das cuenta de que lo absolutamente terminado, dado, no existe; muchos relatos han llegado a su fin, pero el fin no implica la muerte del relato mismo. En cierto sentido la vida comienza realmente cuando la historia llega a su fin, así como en las historias toda pareja disfruta de cómo se encontraron el uno al otro y “vivieron felices para siempre13. Cada vez que te atreves a llamar a la perfección, me estás amarrando, inmovilizando mi fluir y el de mi gran obra. Soy tan humana como el video que tanto te gustó de Diego y las palabras de Ana, el acto heroico del que va en busca de sentido, va más allá del héroe o del antihéroe.

Entre lo alto y lo bajo nos ubicamos, así te duela aceptarlo. Nada permanece en su pedestal blanco, criticar no es juzgar, quiero pasar mi vida criti-cando y oyendo a los que quieren criticar (nuestro país está cansado por falta de agudizar la crítica

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como una fuerza constructiva). Acuérdate de lo bien que se siente cada vez que nos echamos garra13, hasta que tú, en tus ganas de hacerme nuevamente única y especial como las obras dispuestas como vacas sagradas, en las mecas del arte, empiezas con esa suspiradera de la periferia, por la seguridad del centro, aplanando, normalizando, limando lo que a ellos les falta y a nosotros nos sobra. (El lla-mado “complejo del provinciano”).

En una mañana resplandeciente decidí mandarte estas palabras, y no recibí respuesta.

Lunes 3

Hola, solo quiero decirte algo:

Me considero una persona sumamente ordina-ria, odio los términos medios, soy terriblemente necesitada de afecto y horriblemente subje-tiva, exagerada, imaginada, atacada, explosiva, caprichosa, compulsiva, inmensamente terca, ilusa, torpe, consumista - capitalista, provoca-dora, pésima cantante, incoherente al pensar, hablar, escribir, loca de deseos, con letra fea y sin estilo, envidiosa ( envidio que puedas escribir con la mano izquierda y yo no ), repetitiva, ciega de amor por un papá que es tan humano como yo,

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inculta, solitaria, poco civilizada, enfermiza, con insomnio permanente, compradora impulsiva de libros solo por el placer de verlos dispuestos en el espacio que creé para ellos, y para escribir mi nombre en la solapa; cursi, predicadora falsa sobre lo que conscierne al amor( siempre hago lo contrario ), me da miedo la gente, especialmente los profesores, me intimidan con su saber (apr-ovechados), olvidadiza, siempre que quiero nom-brar algo todo se evapora y sólo uso mis brazos y mis manos que si acaso se defienden, de muñecas pequeñas, no me lucen las pulseras y siempre me toca abrir cuatro huecos más a los relojes que tanto me pesan, no he superado la etapa de hacer experimentos con mis perros o no resisto romper en seis las lombrices para ver cómo siguen su movimiento, tengo el plexo del pecho al revés y el sudor se acumula ahí, mis ojos no reflejan nada, son más parecidos a los de una vaca que a los de los humanos que dicen que sus ojos son el reflejo, no puedo quedarme quieta en los asientos y desespero al de al lado, me como las uñas para ver si algún día me lleno, creo ser noble, pero sé que llevo el mismísimo demonio adentro, tú eres el responsable de que salga, o ya se te olvidó la noche en que delante de tus amigos casi te mato ( en los diarios15: mujer desesperada acusada de cri-men pasional) ¡ Me volví a salvar! ¡Nos volvimos a salvar! Podría seguir nombrando una lista infinita,

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pero tampoco quiero seguir haciéndome mala propaganda. Y escribo esto para que te acuerdes de lo patética que puedo llegar a ser.

Con amor

L.L.

Si crees que ya puedes dormir tranquilo, pues piensas que estas palabras son una confesión. Duda. No me confieso ni en directo ni con Dios.

Que insistencia esta de enmarcar un marco den-tro de otro marco, escribir una carta dentro de otra carta. Por doble negación vendrá una afir-mación, o simplemente ese marco no es más que un simple y vil marco que no señala, no marca nada, pues esta obra es incapturable , nunca está. Nuestra realidad “siempre” es enmarcable, sólo vemos ciertas cosas, el lente por el que vemos constituye la realidad de lo verdadero y falso. Nuestro lenguaje condiciona a lo real expresado, pero sabes muy bien que afuera de él no hay más que otras reglas tan arbitrarias como estas que hemos puesto para entendernos, para determinar límites. No puedo dejar de pensar en el viejo Fr-enhofer, que en medio de su ceguera tan sólo pudo capturar un pie de la mujer perfecta a la que tra-

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bajó arduamente, dejando en el desconcierto total a Porbus y Poussin, quienes salieron corriendo al percibir la arrogancia del viejo pintor por tratar de hacer más vibrante su obra que la vida misma. Lo juzgaron con lástima, pero creo que su “Obra Maestra Desconocida” es la representación de nuestra imposibilidad de ser uno, del riesgo al que estamos sometidos, amor mío. Frenhofer o el Frankestein de Mary Shelly (o the Modern Pro-methesus) son.

Siempre deviniendo espectáculo, luchando por ser reconocidos y aceptados, quisiera creer que se puede volver al útero materno, y en el grado cero poder respirar de nuevo; pero no. No hay descan-so. Mira, nos hemos “terminado” construyendo, tu a mí y yo a tí, quién a quién, eso ya no importa. Procuro ser sincera.

Generalizando que a través de la historia la mu-jer ha representado la presencia y el hombre la ausencia (es hora de que hombres y mujeres nos revelemos contra el viejo esquema falo-logocén-trico), para ir a cazar la presa, la batalla. Yo cazaré el universo y tú volverás a mí, porque todo hijo vuelve a su hogar16. No quiero dormir para ser despertada, besada, amada, deseada como una muerta misteriosa; pasividad sofocante. No los quiero (tu - mi obra) esperar desde siempre, tam-

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oco casi gozar en sueños. “Ella sólo despierta al roce del amor, y antes de este momento sólo es un sueño. Pero, en esta existencia de sueños, podemos distinguir dos estados: primero, el amor sueña con ella; después, ella sueña con el amor”. Así pensó el seductor de Kierkegaard. Temblemos por dentro y por fuera, no seamos cuerpos prisioneros de las miradas del otro. Mira cómo hemos cambiado, somos un ente que se en-carga de estar entre la página (la obra) y los ojos (el espectador) (“espe”: mirar, “ctador”: autor / actor). Hacedores de tiempo, trajes, pensamien-tos, ciudades, lecturas. Siempre reinventando, reinventándonos.

Tus fotografías andan regadas en mi habitación y son tan engañosas como nosotros17. Respiran a ratos y a veces me resultan más interesantes que tú, las cargo a donde voy y las acompaño del contexto que me venga en gana, son móviles y todos tienen acceso a ellas. Tú, en cambio, prefi-eres esconderte en ese espacio que arreglé para tí (siempre tan resguardado y cuidadoso).

“Si el museo es ante todo el espacio que posibilita la relación entre la obra y el público, entonces, mientras esta condición se cumpla, cualquier sitio es válido.”18 Por eso te escribo estas palabras, así sean tiranas, egoístas, pues en el territorio incierto,

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μια επιστολή της αγάπης

frágil e intratable del amor, el delegar este em-brollo, donde las letras si acaso bastan, es un absurdo, un sin fin, un placer inútil como la obra que creaste detrás de ellas -yo- y lo que creé enfrente de ellas -tu-.

Te regalo este sonido que se encuentra en la Epístola de San Pablo a los Corintios, que es la que usan en los matrimonios reales en donde los coros celestiales cantan: “Aunque hable con la len-gua de los ángeles, si no tengo amor, mis palabras serán una resonancia vacía. Aunque tenga el don de la profecía y lo sepa todo, si no tengo amor no soy nada” y ahora canjeo el término amor por el término dinero para darle la razón a Goethe,19 y digo: “Aunque hable con la lengua de los Ángeles, si no tengo dinero, mis palabras serán una resonancia vacía. Aunque tenga el don de la profecía y lo sepa todo, si no tengo dinero no soy nada.” No temas, no pretendo convertirte en moneda, en el sentido disfrazado de ésta, tu valor es inestimable.

Anoche soñé el mismo sueño de Polifilo al final de “El Jardín de Epícuro”20, cuando este tiene un pequeño diálogo con Ariste (subtitulado “o el lenguaje de lo metafísico”), contándole que los metafísicos querían su rédito al igual que los afila-dores cuando pasan todos los instrumentos po-sibles para quitar el número, la imagen, el “valor”

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de la moneda, hasta que no se pudiera reconocer nada en ellas; esta imagen aclaró en mí que estás fueras del espacio y del tiempo. Eres una forma de dar forma a la forma de la formas. “Por esta in-dustria de afilador pasan las palabras de lo físico a lo metafísico. Vemos inicialmente lo que pierden en ello; no se ve inmediatamente lo que ganan”.21 “Time is money”.

Todos creen que he perdido, pero no, he ganado lo que tantas veces he tratado de capturar y no he podido. Nos hemos encargado de capitalizar tan-tos conceptos que hemos disminuido las fuerzas sensibles. Por eso yo procuro seguir trabajando, frotando, agotando mi obra: tú. En medio de este mundo veloz y atiborrado de imágenes que muchas veces se quedan en un estudio de interés cultural y general, en medio de un territorio en donde las imágenes son parte de la vida, pero no la recrean, no la hacen saltar del estado letárgico y pausado, no añaden más de una lectura, no im-porta que tanta extravagancia se exhiba o cuántos shows de freaks las habiten, pues aún son vacías, no tienen la magia que sale en busca de quien esta en-frente contemplándolas. Están ahí y ya. El espe-ctador las reconoce, se interesa, las intercambia, pero no generan sentido alguno; no se asimilan en las entrañas, en las tristezas, las alegrías, los amores y los desamores.

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одно письмо от любви

No hay fuego.

Para siempre TÚ – YA

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PD: No me reclames mi uso y abuso del lenguaje, por favor, hoy tengo dolor de cabeza y aparte, qué manera más hermosa de traicionarte23 -con una carta de amor-. Judas traiciono a Jesús con un beso, déjame seguir creyendo en esta cosa llamada amor.

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1 Dialogo tomado de “Blue Velvet”, David Lynch, guión original.

2 Lo dice el viejo Henry Chinaski en “mujeres”, Charles Bukowski.

3 VER, viene de steller, que significa colocar – poner.

4El yoyó era de plástico, parecido a aquellos con los que él había jugado de pequeño, pero algo más complicado, un artefacto de la era espacial. Quinn metió el dedo corazón en la presilla que había al extremo del cordel, se puso de pie y lo intentó. El yoyó emitió un sonido silbante al descender y en si interior saltaron chispas. El niño abrió la boca, luego el yoyó se detuvo, balanceándose al extremo del cordel. - Un gran filósofo dijo una vez – murmuro Quinn- que el camino de subida y el de bajada son uno y el mismo. Paul Auster, “La Ciudad de Cristal”, Ed. Anagrama.

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uma carta de amor

5 “Inflamatory Essays”, Jenny Holzer.

6 CORAZON: Esta palabra para toda clase de movimientos y de deseos, pero lo que es con-stante es que el corazón se constituya en objeto de donación – aunque sea mal apreciado o re-chazado. El corazón es eso que yo creo dar. Cada vez que esta donación me es devuelta sería poco decir, como Werther, que el corazón es lo que resta de mi, una vez despojado de todo el espíritu que se me presta y que no quiero: el corazón es lo que me queda, y este corazón que me queda sobre el corazón es el corazón oprimido: oprimido por

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el reflejo que lo ha colmado de sí mismo (solo los niños y los enamorados tienen el corazón oprimi-do). Roland Barhes. “Fragmentos de un Discurso Amoroso”, Siglo Veintiuno Editores, pag. 78.

7 F. Nietzsche, El Caso Wagner-Nietzsche. 1888.

8 Innere Vosrtellung, es una expresión usada por los románticos alemanes. No existe traducción di-recta para esta expresión pero si se desarticula, in-nere se refiere a interior – interno/a y die vorstel-lung se refiere a la concepción –el concepto– el espectáculo – la función – la idea – la imaginación – la presentación – la representación – la sesión. 9 SABOREAR, viene de la palabra latina: “sa-pere”, que significa a la vez saborear y saber.

10 “El arte es lo más elevado y lo más repulsivo al mismo tiempo, dijo. Pero tenemos que con-vencernos de que existe el arte elevado y elevadísi-mo, dijo, porque si no, desesperamos. Aunque sepamos que todo arte acaba en la torpeza y en la ridiculez y en la basura de la Historia, como todo lo demás, tenemos que creer con toda seguridad en el arte elevado y elevadísimo, dijo. Sabemos lo que es, un arte chapucero, fracasado, pero no podemos admitir siempre que lo sabemos, porque entonces nos hundimos inevitablemente, dijo“...

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une lettre d’amour

Finalmente no encontramos ya ningún placer en el arte, como tampoco en la vida, aunque sea muy natural, porque con el tiempo hemos perdido la ingenuidad y, con ella, la tontería.” Thomas Bern-hard, Maestros Antiguos, Alianza Tres,1985.

11 Como sinónimos de parcial se puede tener en cuenta: fragmentario, incompleto, fraccionario, junto a su antónimo que vendría siendo: com-pleto.

12 “no ( me ) queda casi nada: ni la cosa, ni si exis-tencia, ni la mía, ni el puro objeto ni el puro suje-to, ningún interés de ninguna naturaleza por nada. Y sin embargo amo: no, es todavía demasiado, es todavía interesarse sin duda en la existencia. No amo pero me complazco en eso que no me inte-resa, por lo menos en eso que es igual que ame o no. Ese placer que tomo, no lo tomo, antes bien lo devolvería, yo devuelvo lo que tomo, recibo lo que devuelvo, no tomo lo que recibo. Y sin em-bargo me lo doy. ¿Puedo decir que me lo doy? Es tan universalmente subjetivo – en la pretensión de mi juicio y del sentido común- que solo puede venir de un puro afuera. Inasimilable. En último término, este placer que me doy o al cual más bien me doy, por el cual me doy, ni siquiera lo experimento, si experimentar quiere decir sentir: fenomenalmente, empíricamente,

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en el espacio y en el tiempo de mi existencia in-teresada o interesante. Placer cuya experiencia es imposible. No lo tomo, no lo recibo, no lo devuel-vo, no lo doy, no me lo doy jamás porque yo (yo, sujeto existente) no tengo jamás acceso a lo bello en tanto que tal. En tanto que existo no tengo jamás placer puro”. Jacques Derrida. La Vérité en peinture». Champ philosophique. Paris: Flammarion, 1978.

13 Arthur C. Danto, “Después del Fin del Arte”, El arte contemporáneo y el Linde de la Historia, Intro-ducción: Moderno, Posmoderno y contemporá-neo, pag. 27, Paidos transiciones.

14 DESDÉMONA: ¿Que escribiríais de mi si tuvi-eras que hacer mi elogio?YAGO: ¡Oh encantadora dama! No me encar-guéis de semejante obra, pues no soy nada, sino un criticón.DESDÉMONA: Vamos, ensaya. William Shakespeare, Otello.

15 Los diarios, la televisión, los souvenires, las vallas en fin la mediatización del objeto amado – de la obra de arte, como síntoma de nuestra era, la bu-limia de la ingestión compulsiva como metáfora cultural donde ya no importa el sentido, solo la búsqueda de atención.

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una lettera di amore

16”La palabra alemana “unheimlich” es, evidente-mente, lo opuesto de “heimlich” (“intimo”), heimlish” (“domestico”), “vertraut” (“familiar”); y puede inferirse que es algo terrorífico justa-mente porque no es consabido (“bekannt”) ni familiar”. Lo importante entre estas dos nociones y lo que Freud trata de poner en juego en su texto, es la ambigüedad que coexiste en ellas. Nunca se puede estar realmente en el hogar o en lo otro, somos extranjeros, habitantes de lo inquietante hasta en nuestra propia piel. Lucian Freud, Ob-ras Completas, “De la Historia de una Neurosis Infantil y Otras Obras”, Lo Ominoso, Omorrou editores.

17 Leer cantandoMe da vergüenza y no sé si decírtelosi se me nota no levanto la miraday me derrito si te tengo cara a carasi te encuentro a solasvuelvo a creer en Dios.Es que me mata tu ausenciay haberte querido tantoporque el recuerdo no es realno acepto más pasarla malestemos juntos otra vez.El tiempo arrasa secuestrando mi pudorcobro confianza y te dirijo unas palabras

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caigo al abismo que el presente nos deparay febril en la caída pregunto ¿que nos pasó? “Mareo”, Infame, Babasónicos.

18 Conferencia dictada por José Roca en el semi-nario “El mapa es el Territorio”, 1996.

19 Un lord, después un obispo ingles, reprocharon a Goethe la epidemia de suicidios provocados por Werther. A lo que Goethe respondió en términos netamente económicos: “Vuestro sistema comer-cial ha hecho por cierto miles de victimas; ¿por que no tolerares algunas a Werther?”

20 Calmann – Levy, Paris, Ed. 1900.

21 Tomado de “La Mitología Blanca”, La Metáfora en el Texto Filosófico, Jaques Derrida.

22 Este es mi gesto y TU (lector) lo reactivas. ¿que ves? Yo veo algo que dicen que soy yo, tu ves mi nombre, el ve un dibujo divertido, nosotros vemos grafología, vosotros veis una posible inter-pretación sicoanalítica a mi estupidez humana, el-los ven la autenticidad del original. Cosas y voces se confunden y seguimos insistiendo...

23 Refiriéndose al artista o al escritor... “Para

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una carta de amor

ejercer su arte, necesita de un ardid que le permita escapar del arte, un ardid por el cual él se disimula lo que es y lo que hace, siendo la literatura esa disimulación. Así como Orfeo, cuando se vuelve hacia Eurídice, deja de cantar, rompe el poder del canto, traiciona el rito y olvida la regla, así mismo es necesario que en cierto momento el escritor traicione, reniegue de todo, del arte, de la obra y de la literatura, que ya no representan nada, en comparación con la vislumbrada verdad (o con el pueblo que quiere servir) de lo desconocido que desea captar, de Eurídice, a quien desea ver y ya no cantar. Solamente al precio de ser renegada la obra puede adquirir su mayor dimensión, la que la convierte en algo más que una obra. A ese precio, a menudo, la obra se pierde y, además, parece ali-mentar y dar una razón de ser al símbolo.” Julio Cortazar, “Diario para un Cuento”, Ed. Ana-grama, pag.490.

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