Ilíada I-XII

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ILÍADA El poema de Ilión (Troya)

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  • 1. ILADA El poema de Ilin (Troya)

2. , , , , , . 3. Canta, diosa, la ira de Aquiles Pelida; ira funesta que caus males infinitos a los aqueos y precipit al Hades muchas almas valerosas de hroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves -cumplase la voluntad de Zeus- desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y Aquiles divino. 4. La Guerra de Troya cuenta su dcimo ao. Tras una incursin exitosa, los hroes aqueos se han repartido el botn. 5. Agamenn se ha reservado como concubina a la hija de Crises, sacerdote de Apolo. ste se presenta ante el soberano suplicndole la libertad de su hija a cambio de un rico rescate, pero el rey lo despide con duras palabras. 6. A aqulla no la soltar; antes le sobrevendr la vejez en mi casa, en Argos, lejos de su patria, trabajando en el telar y aderezando mi lecho. 7. Pero vete, no me irrites, para que puedas irte sano y salvo. 8. Crises obedece y marcha temeroso, mientras dirige constantes splicas a Apolo: Paguen los aqueos mis lgrimas con tus flechas! 9. Durante nueve das volaron por el ejrcito las flechas del dios. En el dcimo, Aquiles convoc al pueblo al gora: consultemos a un adivino, sacerdote o intrprete de sueos, para que nos diga por qu se irrit tanto Febo Apolo 10. Calcante, temeroso de una represalia por parte de Agamenn, pide la proteccin de Aquiles, que le promete defenderlo incluso del rey. Bajo esta condicin, el adivino anuncia nuevos malos presagios para el soberano. 11. No est el dios quejoso con motivo de algn voto o hecatombe, sino a causa del ultraje que Agamenn ha infligido al sacerdote, al no devolverle la hija ni admitir el rescate. Y el que hiere de lejos no librar a los aqueos de la odiosa peste, hasta que Criseida sea restituida a su padre, sin premio ni rescate, y llevemos a Crisa una sagrada hecatombe. 12. -Adivino de males! grit Agamenn- jams me has anunciado nada grato. Siempre te complaces en profetizar desgracias y nunca dijiste ni ejecutaste nada bueno. Prefiero a Criseida, ciertamente, antes que a Clitemnestra, mi legtima esposa. Pero, aun as y todo, consiento en devolverla, si esto es lo mejor; quiero que el pueblo se salve, no que muera. Pero preparadme pronto otra recompensa, para que no sea yo el nico argivo que sin ella se quede. 13. De acuerdo con lo que haba prometido, Aquiles sale en defensa del adivino: -Atrida gloriossimo, el ms codicioso de todos! Cmo pueden darte otra recompensa los magnnimos aqueos? Entrega ahora esa joven al dios y los aqueos te pagaremos el triple o el cudruple, si Zeus nos permite algn da tomar la ciudad de Troya. 14. de la de yax, o me llevar la de Ulises y cualquiera montar en clera. Mas sobre esto deliberaremos otro da. Ahora echemos una negra nave al mar divino, reunamos los convenientes remeros, embarquemos vctimas para una hecatombe y tambin a Criseida, la de hermosas mejillas. Sea capitn cualquiera de los jefes. Agamenn no se resigna a ser el nico que quede sin recompensa, reclama otra: Y si no me la dan, yo mismo me apoderar de la tuya o 15. Si bien el rey no pretenda un enfrentamiento personal con Aquiles, sus palabras ofenden profundamente al hroe que monta en clera. La diosa Hera, que observa su reaccin, enva de inmediato a Atenea para que lo detenga y lo calme. 16. Ahora me ir a Fta -dice Aquiles- pues lo mejor es regresar a la patria en las cncavas naves: no pienso permanecer aqu sin honra para procurarte ganancia y riqueza. Huye -responde Agamenn- si tu nimo a ello te incita; no te ruego que por m te quedes; otros hay a mi lado que me honrarn, y especialmente el prvido Zeus. Me eres ms odioso que ningn otro de los reyes, porque siempre te han gustado las rias, luchas y peleas. 17. Y cuando Aquiles est a punto de desenvainar la espada, Atenea lo retiene y le dice que no debe matar a Agamenn, ya que en un futuro ste la habr de honrar. Puede, sin embargo, insultarlo libremente. 18. Ebrio , tienes los ojos de can, corazn de venado! Nunca osaste partir a la guerra con slo tu gente...Tan grande es tu miedo a la muerte. Algn da los aqueos echarn de menos a Aquiles y t, por mucho que te angusties, no podrs socorrerlos cuando muchos sucumban y mueran a manos de Hctor, matador de hombres. 19. El anciano Nstor media en la disputa, pero ambos persisten en sus razones, a pesar de entender que los nicos beneficiados con todo esto son los troyanos. 20. Aquiles se retira definitivamente a su campamento, mientras que Agamenn bota una nave al mando de Ulises, para que devuelva Criseida a su padre. 21. Mientras que los heraldos enviados por Agamenn van a buscar a Briseida a la tienda de Aquiles, que, disculpando a los emisarios, manda a Patroclo entregarla para que la conduzcan a la tienda del soberano. 22. Aquiles desahoga su desconsuelo a orillas del mar, invocando a su madre, que aparece para consolarlo. 23. Y mientras Aquiles pide A Tetis que interceda por l ante Zeus, Ulises llega a Crisa para entregar la joven al sacerdote. Despus de celebrar una hecatombe, Crises pide a Apolo que aparte sus flechas de los aqueos. 24. Al da siguiente Tetis emerge rumbo al Olimpo 25. Y all pide a Zeus que conceda a los troyanos una victoria parcial: Honra a mi hijo -le dice- el hroe de ms breve vida, pues el rey de hombres, Agamenn, lo ha ultrajado arrebatndole la recompensa que todava retiene. Vngalo t, prvido Zeus Olmpico, concediendo la victoria a los troyanos, hasta que los aqueos den satisfaccin a mi hijo y lo colmen de honores. 26. Zeus asiente y, a pesar de las protestas de Hera, est dispuesto a ayudar a Aquiles. 27. Y durante la noche, Zeus enva un sueo engaoso a Agamenn: Anda, ve, pernicioso Sueo, encamnate a las naves aqueas, introdcete en la tienda de Agamenn Atrida y dile cuidadosamente lo que voy a encargarte. Ordnale que arme a los melenudos aqueos y saque toda la hueste: ahora podra tomar a Troya, la ciudad de anchas calles, pues los inmortales que poseen olmpicos palacios ya no estn discordes, que Hera los ha persuadido con sus ruegos y que una serie de infortunios amenaza a los troyanos. II 28. Al despertar, Agamenn convoca una asamblea en el gora, pero antes se rene con los reyes ms allegados y cuenta a Nstor el sueo. Estn convencidos de que el sueo les augura el triunfo. 29. Agamenn se rene a continuacin con sus soldados y les engaa dicindoles que Zeus les ordena retirarse del combate, intenta convencerles de que no es posible tomar Troya.Huyamos en las naves a nuestra patria tierra, pues ya no tomaremos Troya, la de anchas calles. 30. Los aqueos corren entonces hacia las naves deseosos de regresar a la patria. 31. Inmediatamente Atenea, enviada por Hera, ordena a Ulises intervenir: Dejaris como trofeo a Pramo y a los troyanos la argiva Helena, por la cual tantos aqueos perecieron en Troya, lejos de su patria? Ve en seguida al ejrcito de los aqueos y no desistas: detn con suaves palabras a cada guerrero y no permitas que echen al mar los corvos bajeles. 32. Ulises obedece y, cada vez que le sala al encuentro un capitn, le deca: Detnte y haz que los dems se detengan tambin. An no conoces claramente la intencin del Atrida: ahora nos prueba, y pronto castigar a los aqueos. En el consejo no todos comprendimos lo que dijo. No sea que, irritndose, maltrate a los aqueos; la clera de los reyes, alumnos de Zeus, es terrible, porque su dignidad procede del prvido Zeus y ste los ama. 33. As consigue convencerlos a todos, excepto a Tersites, que increpa al soberano Agamenn. Ulises lo amenaza y tras recordarles la prediccin de Calcante, segn la cual los griegos regresaran victoriosos, les insufla nuevo coraje. Lo apoya el anciano Nstor, que recibe los elogios del Atrida. 34. Agamenn se dirige entonces a sus hombres: Ahora, id a comer, que luego combatiremos. Cada uno afile su lanza, prepare el escudo, d el pasto a los corceles de pies ligeros e inspeccione el carro, apercibindose para la lucha; pues durante todo el da nos pondr a prueba el horrendo Ares. 35. Iris se apresura a avisar a Hctor del enorme ejrcito aqueo dispuesto para el combate. El hijo de Pramo forma a los suyos, entre los que destacan el dardanio Eneas, el arquero Pndaro, Sarpedn, Glauco y otros. 36. CATLOGO 37. Una vez formados los frentes, Paris se adelanta y desafa a los hroes griegos. III 38. Pero, al ver a Menelao, retrocede, mientras su hermano Hctor le reprende: Miserable Paris... Los melenudos aqueos se ren de haberte considerado como un bravo campen por tu gallarda figura, cuando no hay en tu pecho ni fuerza ni valor. Los troyanos son muy tmidos; pues, si no, ya estaras revestido de una tnica de piedras por los males que les has causado. 39. Detn a los dems troyanos -Reacciona Paris- y a los aqueos todos y dejadnos en medio a Menelao, caro a Ares, y a m para que peleemos por Helena y sus riquezas: el que venza, por ser ms valiente, lleve a su casa mujer y riquezas. 40. Avanza Hctor, se abre paso entre los aqueos, a los que Agamenn ha ordenado parar, y propone el enfrentamiento singular entre Paris y Menelao. Acepta Menelao con nobleza y pide la presencia de Pramo, para que sancione los juramentos. 41. Entre tanto la mensajera Iris va a buscar a Helena para que presencie el combate. El corazn de la joven aora su patria, su gentey su anterior marido. No es reprensible dicen los ancianos de Troya al verla- que troyanos y aqueos, de hermosas grebas, sufran prolijos males por una mujer como sta, cuyo rostro tanto se parece al de las diosas inmortales. Pramo responsabiliza a los dioses, no a Helena, de la guerra funesta. 42. Helena explica a Pramo cules son los hroes griegos que destacan en el frente; Agamenn, Ulises, yax Sancionan Agamenn y Pramo sus juramentos con un sacrificio a los dioses, pero el anciano se retira, pues no puede soportar ver a su hijo enfrentarse. 43. Arroja primero Paris, pero su lanza no logra atravesar el escudo de Menelao 44. La lanza de Menelao, en cambio, atraviesa el escudo y la coraza de Paris, y ya le aventajaba con la espada, cuando Afrodita envolvi al troyano en una nube y lo llev al palacio. La diosa ordena a Helena ir con Paris. 45. A pesar de que Helena no quera ir a los aposentos de Paris, Afrodita le obliga: Paris , lejos de estar humillado, arde en pasin al ver a la joven. 46. Despus de una discusin olmpica entre Zeus y Hera, Atenea irrumpe en el campo de batalla para sorpresa de Aqueos y Troyanos. IV 47. Y mientras Agamenn proclama la victoria y exige que se cumplan los juramentos, la diosa, que no desea el fin de la guerra, sino la destruccin de Troya, instiga a Pndaro a romper la tregua. Arroja ste una flecha que se clava en la cintura de Menelao. 48. Aunque la herida no reviste mayor importancia, rpidamente le asiste su hermano Agamenn y le enva un mdico. 49. Se arroja entonces el soberano de hombres al campo de batalla y anima a sus mejores hombres a combatir con energa. Reaccionan tambin los troyanos, animados por Apolo. 50. Entre los aqueos se destaca entonces Diomedes, inspirado por Atenea, que , aun herido de flecha por Pndaro, se da un verdadero bao de sangre. V 51. Se le oponen Pndaro y Eneas. Al primero lo atraviesa despus de evitar su lanza. 52. Al hijo de Afrodita lo derriba con una enorme piedra. Consigue salvarse Eneas finalmente, gracias a la intervencin de la diosa, que resulta asimismo herida, y de Apolo, que es en ltima instancia quien lo salva 53. Apolo empuja entonces a Ares para que promueva una recuperacin de los troyanos, que reaccionan bajo la direccin de Hctor, Sarpedn y Eneas. Pero Atenea renueva el coraje de Diomedes. 54. Y el empuje del Tidida es tan grande, que hasta el mismsimo Ares cae herido a su paso. Y cuando el dios corre a quejarse a Zeus 55. -Inconstante! -le dice el soberano- No te lamentes, sentado junto a m, pues me eres ms odioso que ningn otro de los dioses del Olimpo. 56. Y los troyanos habran huido a Ilin, acosados por los aqueos y vencidos por su cobarda, si Heleno, el mejor de los augures, no se hubiese presentado a Eneas y a su hermano Hctor para decirles que deban reanimar a sus hombres y que luego Hctor deba convencer a su madre de que fuera con las troyanas al templo de Atenea para hacer un sacrificio en su honor. VI 57. Mientras Hctor obedece a su hermano, Diomedes pregunta a Glauco, que le sale al paso, cul es su linaje. En adelante -le dice- no nos acometamos con la lanza. Y ahora cambimonos la armadura, a fin de que sepan todos que de ser huspedes paternos nos gloriamos. 58. Hctor, despus de rechazar el vino que le ofrece su madre, le pide que vaya al templo de Atenea con las troyanas a rogarle que aparte a Diomedes 59. Y tras una breve entrevista con Helena, se encuentra con su esposa Andrmaca: Hctor, t eres ahora mi padre, mi venerable madre y mi hermano; t, mi floreciente esposo. Compadcete y qudate aqu en la fortaleza. No hagas a un nio hurfano y a una mujer viuda! 60. Contrasta el comportamiento de Hctor, hroe inocente que se sacrifica por Troya, con el de Paris, culpable y egosta, que slo piensa en l. Mucho me sonrojara responde Hctor- ante los troyanos y las troyanas de rozagantes peplos, si como un cobarde huyera del combate 61. A continuacin Hctor tendi los brazos su hijo, y ste se recost, gritando, en el seno de la nodriza de bella cintura, por el terror que el aspecto de su padre le causaba: dbanle miedo el bronce y el terrible penacho crines de caballo, que vea ondear en lo alto del yelmo. Sonrironse el padre amoroso y la veneranda madre. Hctor se apresur a dejar el refulgente casco en el suelo, bes y meci en sus manos al hijo amado. 62. Se despide finalmente Hctor de Andrmaca: Vuelve a casa, ocpate en las labores del telar y la rueca, y ordena a las esclavas que se apliquen al trabajo; y de la guerra nos cuidaremos cuantos varones nacimos en Ilin, y yo el primero. Las esclavas ya lo lloran en vida como si estuviese muerto. 63. Hctor va en busca de Paris para volver a la batalla 64. Y por inspiracin de Apolo, detiene el combate y reta al mejor de los hroes aqueos. VII 65. Enmudecen los aqueos. Finalmente se ofrece Menelao, pero Agamenn lo disuade: Domnate y no quieras luchar con Hctor, que a todos amedrenta y cuyo encuentro en la batalla causaba horror al mismo Aquiles, que lo aventaja tanto en bravura. 66. Interviene el anciano Nstor, bajo cuya exhortacin reaccionan los hroes. Por fin echan a suertes quin ser el rival y yax es el agraciado. 67. Luchan ambos hasta el anochecer. 68. Pero el combate est muy igualado, puesto que Zeus los ama por igual. De manera que, siguiendo el consejo de Taltibio e Ideo, aceptan un empate y se intercambian obsequios. 69. Al da siguiente, llegan embajadores a Agamenn proponiendo la paz. Agamenn slo acepta una tregua para enterrar a los muertos. Griegos y troyanos celebran asambleas. El troyano Antenor se muestra partidario de entregar Helena a Menelao y un rico tesoro, a fin de que cese la guerra.. 70. Al amanecer, Zeus, que se ha entrevistado con Poseidn, advierte a los dioses: El dios que intente separarse de los dems y socorrer a los troyanos o a los aqueos, como yo lo vea, volver afrentosamente golpeado al Olimpo. O lo coger y lo arrojar al tenebroso Trtaro. VIII 71. Luego Zeus tom la balanza de oro, puso en ella dos destinos de la muerte, cogi por el medio la balanza y la despleg. Tuvo ms peso el da fatal de los aqueos. Tron fuerte desde el Ida y envi una ardiente centella a los aqueos, quienes, al verla, se pasmaron, sobrecogidos de plido temor. 72. Hctor revolva por todas partes los corceles de hermosas crines; y sus ojos parecan los de Gorgona o los de Ares, peste de los hombres. 73. El avance troyano bajo el empuje de Hctor es imparable 74. Y cuando Hera y Atenea deciden intervenir, Zeus enva Iris para que advierta, sobre todo a Atenea, que dejar cojos sus caballos y la precipitar al Trtaro si pone un pie en el campo de batalla. 75. De manera que los troyanos consiguen una victoria importante y Hctor decide pernoctar en el campo de batalla para acabar lo empezado al da siguiente. 76. Agamenn est tan desmoralizado que, en contra de la opinin de Diomedes y otros, desea regresar. El anciano Nstor le hace reflexionar y lo convence de que enve una embajada a Aquiles para reconciliarse. IX 77. Arrepentido y lamentando su disputa con Aquiles, el soberano enva a Ulises, yax y al viejo Fnix como embajadores ante Aquiles. Deben solicitar su ayuda, a cambio de la devolucin de Briseida y de abundantes regalos que compensen la afrenta sufrida. Pero Aquiles se mantiene obstinado a inflexible. 78. Sus presentes me son odiosos, y hago tanto caso de l como de un cabello. Aunque me diera diez o veinte veces ms de lo que posee o de lo que llegase a poseer, ni aun as aplacara Agamenn mi enojo. No me casar con la hija de Agamenn Atrida, aunque en hermosura rivalice con la dorada Afrodita y en las labores compita con Atenea, la de ojos de lechuza. 79. Los emisarios llevan la respuesta a Agamenn. Diomedes interviene dicindole que prepare el ejrcito para el da siguiente y que se disponga a luchar en primera fila para infundir coraje a sus hombres. 80. Agamenn, tras la derrota infligida por Hctor, no puede dormir. Tampoco Menelao, que se encuentra con su hermano junto a la nave, pensando en el regreso. Agamenn le ordena ir a buscar a los jefes aqueos, mientras l se rene con Nstor. X 81. Nstor pregunta a los aqueos cul de ellos est dispuesto a infiltrarse entre los troyanos para espiar sus movimientos. Diomedes accede y elige como compaero a Ulises. 82. Hctor, por su parte, tambin ha propuesto lo mismo a los suyos. Doln se ofrece a espiar los movimientos aqueos. 83. Ulises y Diomedes lo han visto y se ocultan entre los cadveres para observar sus pasos. Cuando camina entre ellos, lo prenden. 84. Doln les explica atemorizado todo lo que quieren saber: dnde estn acampados, cmo se distribuyen las guardias, qu refuerzos ha llegado. Pero Diomedes le hunde la espada igualmente. 85. Prosiguen los hroes hasta el campamento de los dormidos tracios y, mientras Diomedes mata a cuantos puede, Ulises se hace con los caballos del rey Reso, muerto tambin. 86. Apolo, indignado, va a avisar al tracio Hipocoonte, que observa desolado la matanza; en tanto que Ulises y Diomedes regresan triunfantes al campamento aqueo. 87. Al amanecer, ambos ejrcitos se disponen para el combate. Agamenn y Hctor lideran respectivamente a los suyos. XI 88. Agamenn es el primero en arrojarse y emplearse a fondo en el campo de batalla. 89. Pero el soberano cae herido y Hctor contraataca ferozmente. Slo Diomedes es capaz de frenarlo, pues le arroja una lanza y le acierta en la cabeza, aunque el casco evita lo peor. Paris, por su parte, frena a Diomedes con una flecha. 90. Si frente a frente midieras conmigo las armas le dice Diomedes-, no te valdran el arco ni las flechas. Ahora te alabas sin motivo, pues slo me rasguaste el empeine del pie. Tanto me cuido de la herida como si una mujer o un nio inocente me la hubiese causado, que poco duele la flecha de un hombre vil y cobarde. 91. Aun as Ulises ha de cubrirlo, y, al arrancar la flecha del pie, un dolor inmenso invade su cuerpo y ha de retirarse. 92. Tambin Ulises es herido, aunque no de gravedad, por Soco, al cual atraviesa con su lanza . 93. Pero a continuacin es rodeado por una multitud de troyanos y tanto Menelao como yax acuden a sus gritos para socorrerlo. 94. Mientras yax sigue luchando, Hctor dirige la recuperacin de los suyos, que consiguen acorralar al Telamonio. 95. El mismsimo Zeus infunde temor en el corazn de yax, que siente deseo de retirarse a las naves. Eurpilo corre en su ayuda. 96. Pero las flechas de Paris siguen siendo certeras. 97. Mientras tanto Aquiles, que contempla desde las naves, enva a Patroclo a preguntar a Nstor quin es el guerrero herido que se lleva a su tienda. 98. El anciano aprovecha para hablar con Patroclo: Quin sabe si con la ayuda de algn dios conmoveras su corazn? Y si se abstiene de combatir por algn vaticinio de su madre, que al menos te enve a ti con los dems mirmidones y te permita llevar en el combate su magnfica armadura , para que los troyanos te confundan con l. 99. De regreso a las naves con Aquiles, Eurpilo, herido, le informa de que los principales aqueos estn heridos 100. Patroclo se detiene a extraerle la flecha, lavarle la herida y curarle con unas hierbas. 101. Hctor, por su parte, siguiendo el consejo de Polidamante, decide dejar los carros para pasar las fosas y penetrar los muros del campamento aqueo. Divide a los troyanos en cuatro grupos, comandados por los mejores troyanos. XII 102. Sarpedn, hijo de Zeus, y Glauco sern los protagonistas de este asalto, en tanto que los dos yax y Teucro dirigen la defensa. 103. Pero ambos son heridos, Glauco en el brazo por Teucro; Sarpedn cerca del pecho por Teucro y yax . Zeus evita la muerte de su hijo. 104. El dios inspira entonces a Hctor, que con una piedra que no podran levantar varios hroes de ahora abre una brecha en el campamento aqueo. 105. Nadie, a no ser un dios, hubiera podido salirle al encuentro y detenerlo cuando traspuso la puerta. Sus ojos brillaban como el fuego. Y volvindose a la turba, alentaba a los troyanos para que pasaran la muralla.