El dios de la ficción trágica

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La tragedia proviene de quienes conducían el ditirambo (διθύραμϐος), pero una serie de transformaciones conducen a la tragedia a deslindarse de ese origen, para alcanzar su verdadera naturaleza(Aristóteles). La tragedia abandona el tetrámetro asociado a los sátiros

y a la danza, y recurre al metro yámbico, que se adapta a la forma dialogada.

Refrán sobre la tragedia: “Nada de esto atañe a Dioniso”: El mythos y el patetismo de las tragedias no se

relaciona, en apariencia, con Dionisos, que busca la locura divina, el destierro radical de sí mismo.

La etimología de la palabra tragedia (τραγῳδία), ha sido muy estudiada en relación con su concepto. La palabra se origina de dos voces griegas: τράγος, que quiere decir macho cabrío, y cantar (ῳδία). La tragedia es el canto del macho cabrío.

La referencia a este animal puede estar relacionada al premio que se daba a quien ganaba los concursos ditirámbicos (un chivo), o al sacrificio de este animal para el dios Dioniso.

Si se quiere entender la tragedia “no hay que evocar sus orígenes sino para evaluar la innovación que ha aportado, las discontinuidades y las rupturas que se presentan tanto con respecto a las prácticas religiosas como a las antiguas formas poéticas”

Vernant propone valorar la tragedia por sus modificaciones a la cultura griega: Las instituciones sociales

Las formas literarias

La experiencia humana

“La conciencia de la ficción es constitutiva del espectáculo dramático, es al mismo tiempo su posibilidad de existencia y su resultado”, si entendemos a Dioniso como la deidad que desdibuja constantemente las fronteras de lo ilusorio y lo real, ahí está la respuesta.

Los sátiros (Σάτυροι) son criaturas masculinas que en acompañaban a Pan y Dioniso, vagando por bosques y montañas. En la mitología están a menudo relacionados con el apetito sexual.

Se les representa de varias formas; la más común es la de una criatura con orejas

puntiagudas y cuernos en la cabeza,

abundante cabellera,

una nariz chata, cola de cabra

y un priapismo permanente.

Las máscaras teatrales que utilizaban en escena los griegos antiguos eran diferentes de las máscaras destinadas a representar una divinidad.

Es importante esta diferenciación pues los concursos dramáticos eran indisociables de la ceremonia religiosa para Dioniso.

Este ser es una mezcla de humanidad y de animalidad, también tiene características andróginas y es joven y vieja. El hombre que la mira a los ojos se convierte en piedra.

Gorgo señala la frontera del mundo terrenal con el mundo de los muertos.

Aunque Ártemis no es representada en forma de máscaras, estas cumplen un importante papel en los ritos que a ella se dedican. Máscaras de viejas que evocan a las Greas

Sátiros gesticulantes

Caras grotescas

Jóvenes guerreros

Esta diosa se sitúa en la intersección de lo salvaje y lo doméstico. Asiste a los partos y conduce al niño a la madurez.

Este dios ejerce su poder sobre el adulto completamente socializado, en contraste con Ártemis.

Tal como sucede con Gorgo, Dioniso es un dios con el que el hombre no puede establecer contacto visual sin enajenarse.

Dionisos alteridad

Gorgo vertical

Artemis alteridad horizontal

En los tres casos la máscara sirve para crear tensión entre términos contrarios: terror y grosería, salvajismo y cultura, realidad e ilusión.

Son tres: Dino (‘temor’, la anticipación del horror), Enio(‘horror’, la «Destructora de Ciudades» que tenía una identidad separada de sus hermanas) y Pefredo o Penfredo (‘alarma’). Tenían un solo ojo y un único diente para todas, que compartían y usaban por turnos, durmiendo las dos a las que no les toca. Vivían en una cueva situada muy lejos hacia el ocaso , en un lugar donde siempre era de noche.

Las Grayas sólo aparecen en una leyenda, la de Perseo. Cuando el héroe fue a matar a Medusa halló primero a las Grayas, que eran las guardianas del camino que llevaba a sus hermanas, las Gorgonas. Perseo les robó el ojo cuando lo pasaban de una a otra y así dejó dormidas a las tres, pudiendo continuar con su camino.